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sábado, 31 de diciembre de 2011

Misión cumplida

Me propuse escribir e ir llenando este blog – idealmente – una vez por semana. Objetivo logrado.
No sé si logré el resto de mis pendientes; creo que varios siguen en el tintero para el 2012, pero éste lo cumplí.
Me alegra porque, verdaderamente, escribir me encanta. No sé si seré una bestselling author algún día pero estoy contenta con estas anécdotas que fui contando en estos meses.
Las resoluciones para el 2012 las planearé mañana; en el 2012. Por hoy, ya es suficiente. ¡Feliz 2012! Un año lleno de paz y armonía para todos.
Será hasta el año que viene J

Un año para recordar

No soy fanática de los balances de fin de año. Éste, sin embargo, tiene un saldo positivo en lo que a mí respecta.
No fue todo color de rosa; hubo altibajos. Así y todo, puedo decir que fue un buen año. Entre varias lecciones, rescato la siguiente:


jueves, 29 de diciembre de 2011

Buena señal…

…de que algo está bien. Eso es lo que estoy empezando a corroborar. Hoy jueves 29 de diciembre, me tomé mi último día de vacaciones pendiente de 2010.
Sin apuro me desperté y al ratito sms de Mechula que rezaba: “por favor! Por no venir hoy te perdiste de disfrutar con la belleza que tengo al lado! Si!!! Es Leila!!!
Ayer me junté a cenar con algunos de mis amigos del trabajo y estuvimos cuereando a una de nuestro sector y a su retoño. Hoy, como invocada, aparecieron las dos y yo…me la perdí!!

Lo anecdótico es que no resistí y llamé a la oficina para hablar con Mechi y después con Luchy. Juro que quería estar en la oficina en vez de en mi casa.
Eso es una buena señal; claro que sí. Cuando preferís estar con tus amigos en el trabajo y no en tu casa, es síntoma de que la pasás bien en tu trabajo. Sigamos así, entonces.

sábado, 24 de diciembre de 2011

Un día de paseo… ♪♫♪♫♪♫♪♫

El martes 20 de diciembre, aprovechando mis dos días de vacaciones, salimos a pasear con Valentina. Y para tales fines ¿qué mejor que llevar a una criatura de dos años y nueve meses a conocer el microcentro? No, claramente la idea fue insuperable; más si le sumamos un dato de color: hacía al menos 30º C.
Todo comenzó apenas pasado el mediodía en Paternal. Fui a buscar a la pequeña a su casa y de ahí nos tomamos el colequivo; el azul o el 105 rumbo al centro. La niña iba feliz, saludaba a todos los colectivos que pasaban y miraba a diestra y siniestra.
Bien a mi estilo, le dimos un toque pedagógico al viaje y le preguntaba de qué color eran los colectivos y los vehículos, quién veía un auto… (completar la frase con el color de su agrado). Realizamos todo ese viaje casi infinito desde La Paternal al microcentro para ir a visitar a Abi a su oficina. Cabe destacar que Abi es mamá, o sea, la abuela de Valentina.
Durante el viaje pasamos por la Plaza de los dos Congresos. ¡Ay, qué contenta se puso! Valentina; no Abi. Estaba chocha y dijo “Mirá la plaza. Hay calesita, hamaca, tobobán, subibaja”. Me maté de risa y contesté: “Ponele. En ésta hay piqueteros y mugre”, pero en términos generales las plazas tienen todo lo que Valen mencionó.
Llegamos a Plaza de Mayo y ahí fue nuestra parada. “Mirá las banderas”, repetía incansablemente. Quedé maravillada de cómo sabe, de cómo aprendió y aprende, y de cómo reconoce los símbolos patrios.
Después de estos tres hitos parecíamos recién llegadas de González Catán. Un detalle importante es aclarar que Valenchuchi nació en Barrio Norte, se cría en La Paternal y frecuenta asiduamente Belgrano. No, digo…no es que vive en un Tupper; tiene CCV (i.e. calle, cordón y vereda) para su corta edad. Sin embargo, creo que a esta edad todo le sorprende.
Finalmente, llegamos a Sarmiento y Reconquista a visitar a Abi, quien gentilmente nos estaba esperando en el lobby del edificio. Pasamos por los molinetes y éste también fue un hallazgo para la chiquita. Nunca vi a Valen tan contenta. A pesar de mi pronóstico – cara de totó los primeros veinte minutos a cuanto se le acercara – saludaba y sonreía a cada uno que veía. A la vieja se le caía la baba cada vez que alguien le decía “ay, ¿es tu nieta? Es hermosa”. Todavía anda bastante ancha del orgullo y tiene que pasar de costado por las puertas.
Ahí nos quedamos un ratito y, souvenir encanutado, nos fuimos a comer a Mc Donald’s. Vale aclarar que hice todo este quilombete para garronear un almuerzo. Sí, soy buena hija y mejor tía pero todo tiene que tener su recompensa y si no es en esta vida, que al menos sea en la otra pero que haya alguna. Y una vez terminado el almuerzo…viaje de vuelta en subte. Ahí iban tía y sobrinas chochas cantando por Florida al son de “Tren, tren, tren; qué tren, qué tren, qué tren”. Se acuerdan de esa frase motivacional que dice “trabaja como si no necesitaras ese dinero, ama como si nunca te hubieran herido, y baila como si nadie te estuviera viendo...” bueno nosotras fuimos cantando como sin nadie escuchara y se diera cuenta de que parecíamos del campo.
El viaje desde Catedral hasta mi estación – Juramento – tiene 15 estaciones; para Valen sólo cuatro porque creo que en Facultad de Medicina me di cuenta de que estaba muy quietita y callada y de que serruchaba a lo loco. La señora que estaba a nuestro lado se reía de cómo raspaba esa criatura. Lamentablemente, se perdió de las escaleras mecánicas; ella porque yo las subí con el paquetito al hombro. Caminé las cinco cuadras hasta mi casa, hice malabares para sacar las llaves de la cartera, abrir la puerta, dejar los bártulos y acostarla. La apoyé gentil y dulcemente en mi cama y ahí nomasito abrió sus ojos. Miraba con cara de preocupación porque no sabía dónde estaba. Me encontró a mí y su sonrisa se dibujó de oreja a oreja. Creía matarla porque no es la primera vez que me hace esto: caminar con ella a cuestas y despertarse cuando la acuesto, valga el juego de palabras. Sin embargo, su sonrisa derrite todo mal en mi corazón.

Ya una vez en casa, vimos una película, jugamos y la bañé. En algún momento me plantée si había sido buena idea llevarla al centro. Creo que fue excelente. Por $2,35 ($1,25 de colectivo y $1,10 de subte) logré hacer feliz a esta criatura durante todo un día. Por mi parte, también disfruté bastante. Nunca me gustó tanto el microcentro como ese día.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Te llevo en mi piel

El 14 de diciembre de 2009 rendí el último final de mi carrera. Después de mucho esfuerzo y mucho más tiempo logré terminar la carrera de Profesora en inglés. 
A los pocos días mi abuela quiso hacerme un regalo y, si bien yo no sabía qué quería, sabía que quería algo que me quedara para toda la vida. Y ahí fue que nació la idea del tatuaje. Gran parte de mi adolescencia y de mi vida adulta rechacé estas marcas en el cuerpo. Mi hermana se hizo uno ya de grande y las puteadas de mi viejo son imborrables en mi mente. 
Cualquiera podría decir que fue un acto de rebeldía tardía pero verdaderamente quería algo que me quedara para siempre y que representara lo que la docencia significa en mi vida.
Una vez resuelto el “objeto”, quedaba decidir el lugar en donde lo haría y qué símbolo me tatuaría. El lugar del cuerpo elegido fue la nuca ya que ahí lo podría mostrar u ocultar según mis ganas y mis necesidades.
Ahora sólo quedaba elegir el diseño. Después de mucho investigar, encontré en internet el significado de la flor de lis y su íntima relación con los principios y virtudes scouts.
La flor de lis es la insignia de compromiso de los Scouts. Los tres pétalos representan tanto los principios – Dios, patria y hogar - como las virtudes – lealtad, abnegación y pureza - de este movimiento. La línea central que divide el pétalo nos refiere al camino recto que se busca en la vida.
Los tres pétalos de esta flor para mí simbolizan la motivación, la perseverancia y la dedicación necesarias para poder ser una buena maestra. La línea central – al igual que los Scouts – se refiere a la rectitud que todo docente debe demostrar a sus alumnos.
El tatuaje está grabado en mi piel para siempre; la pasión por la docencia la llevo en mis genes. María Teresa Viñas Urquiza, mi gran profesora de Lingüística, mi modelo a seguir, condensó en un pequeño discurso lo que pienso, cómo siento y cómo viví la docencia: “When you teach all your personal problems and sorrows are forgotten; when you teach you set in motion what is best in you: values, ideals, passion, love… Teaching turns work into pleasure. Enjoy it.
Enseñar es mucho más que pararse en un aula frente a veinte niños o más; enseñar es ofrecer una parte de tu vida a la tarea, a acompañar a los alumnos en ese proceso, y a desafiar cualquier tempestad.



martes, 13 de diciembre de 2011

El secreto de mi éxito

Hace unos días escribí una nota sobre mi experiencia como docente (Ver Post Huellas en el alma). El 7 de diciembre, uno de los protagonistas me mandó el más hermoso de los mensajes.

Sergio Ronchi – el papá de Mateo - es una persona que adoro. Él, a su vez, adora a sus hijos pero fue el primer padre en demostrarle a su hijo lo que significa el respeto a su maestra; situación más que extraña en la Argentina actual.

No recuerdo por qué reté a Mateo; sería imposible recordar cada uno de los retos diarios a ese pequeño demonio, pero viniendo de él todo es posible. Sí recuerdo la nota que envió Sergio por cuadernos de comunicaciones; incluso una charla en la puerta del colegio. Palabras más, palabras menos le dejó en claro a su hijo que se jodiera por no obedecerme. Y también tengo grabado que en su mensaje explícitamente decía que tenía todo su apoyo para proceder de esa manera y de cualquier otra forma que considerara prudente.

Mi éxito no residió en ese episodio; mi éxito reside en que tengo gente que de alguna manera u otra me rodea y me escribe palabras tan hermosas como esas. ¡Gracias!

domingo, 11 de diciembre de 2011

Como el perro de Pavlov

Ivan Petrovich Pavlov fue un fisiólogo ruso que llevó a cabo numerosos estudios basados en el Condicionamiento Clásico.  Pavlov acuñó el término secreciones psíquicas, es decir, “las producidas por las glándulas salivales sin la estimulación directa del alimento en la boca”. Este fisiólogo llegó a la conclusión que cuando “en la situación experimental un perro escuchaba las pisadas de la persona que habitualmente venía a alimentarlo, salivaba antes de que se le ofreciera efectivamente la comida; no obstante, si las pisadas eran de un desconocido, el perro no salivaba”.
Bueno, yo no soy Pavlov; disto mucho de serlo porque para empezar soy argentina, no rusa. Valen mucho menos se la puede considerar un perro. Sin embargo, ella me hizo acordar a este fisiólogo y a este experimento. Obviamente, todo dentro de un marco familiar y nada experimental.
Hace unas cuantas semanas, estábamos cenando en la casa de mi abuela como comúnmente hacemos una vez por semana. No recuerdo con detalles qué sucedió ese día pero sí recuerdo que la pequeña estaba particularmente pesada: caprichosa, no quiso comer, no se quedó sentada y caminó durante toda la cena. Su tía, o sea, yo estaba bastante cansada y con pocas energías para tolerarla. Cuando mi paciencia llegó a su límite, me levanté de la mesa y le propuse ir a buscar el postrecito. Nota de color: en casa de mi abuela puede faltar cualquier cosa menos el jugo Cepita o el postre “para la nena”.
Allí fuimos a la cocina en busca de algún Shimmy, Danonino o dulce de Batata. Espontáneamente, nació un juego. Ella paradita enfrente mío; yo atrás de la puerta de la heladera abierta. Entonces, yo sacaba cualquier alimento y le preguntaba si quería eso que le ofrecía pero que no era su postre. Valen contestaba con un musical “nooooo”.
Eso fue todo. Finalmente, llevó su Shimmy a la mesa y ahí terminó. Hace unos quince días fuimos nuevamente a cenar a casa de mi abuela. Comimos empanadas, improvisamos un jugo porque esta vez no había y…el momento del postre. Dado que habíamos ido de compras a la tarde con Valen y mi hermana, y hacía un calor desmesurado, realmente estaba cansada. Valen también, pero eso no fue motivo para ir a la cocina en busca del postre y jugar un rato. De la manito me llevó, se paró en el rinconcito predeterminado y comenzó la diversión.
Mi pequeña no es el perro del experimento de Pavlov; pero sí es muy estructurada y, lo que para mí fue algo de un momento, ella lo internalizó como parte de la cena.


sábado, 10 de diciembre de 2011

Según el cristal con el que se lo mire…

El sábado pasado iba caminando a la casa de una amiga del trabajo. Ahí nos juntábamos unas cuantas para hacer el “pre” antes de la fiesta de fin de año del Banco.
A pocos metros de llegar a Cabildo, me entra un sms de Anto que rezaba “comprame un Phillip de 10, porfi”. Hasta acá podrían decir que todo normal. Sin embargo el contexto, los saberes previos o como quieran llamarlo casi me juega una mala pasada. En realidad, a mí no; a Anto.

La realidad es que leí el mensaje a las apuradas y cuando llegué al “comprame un Phillip” me detuve y mi cerebro entre sorprendido y desorientado pensó en un destornillador. No entendía nada. ¿Para qué diantres quería un destornillador? Dos segundos después me detuve en el “de 10” y ahí mis neuronas hicieron la sinapsis correspondiente y entendieron que se trataba de una caja de cigarrillos y no de un destornillador.
Imaginarán mi risa; en realidad sonrisa. No me avergüenza lo sucedido, simplemente concluyo que:
1. claramente no soy fumadora por eso no me decía demasiado la marca de los cigarrillos;
2. es evidente que me las arreglo sola; que en mi casa no hay un hombre pero sí una caja de herramientas y mucha voluntad de aprender a usar cada uno de sus componentes;
3. el contexto puede modificar sobremanera el resultado de una acción y ni que hablar de satisfacer los deseo de una persona.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Perfección vs. Satisfacción

Mi casa es – hoy por hoy – mi lugar en el mundo. Es mi hogar, mi oasis, mi reducto. Amo cada rincón, amo su color y su paz. Tiene todo lo que necesito: luz desde bien temprano en la mañana hasta casi casi la noche en todos y cada uno de los ambientes (Una a favor: la quita de subsidios no me va a afectar demasiado porque es poco lo que prendo las luces J).
El baño – al igual que el resto - satisface y excede mis expectativas. Es amplio, cómodo y tiene ventana. Eso es doble punto a favor: se mantiene ventilado (a veces, bastante más de lo que me gustaría, sobre todo en invierno) y tiene mucha luz natural.
Sin embargo, eso mismo me trae una paradoja interna. La ventana está sobre la pared de la ducha. La ducha tiene una cortina. Está bien que viva sola y que si voy al baño, raramente cierre la puerta pero todavía la cortina sigue firme en su lugar. Creo que más por vagancia a tener que secar el baño luego que por otro motivo.
En fin, volviendo al tema, éste es el dilema: si dejo la cortina plegada, no se aprecia lo linda que es y  además se ve toda la ducha, la colección inmensurable de botellas de shampoo, y enjuagues, productos varios de perfumería, y el tender (no demasiado santo de mi devoción pero la solución perfecta para un departamento de metraje reducido). Pero me permite tener luz solar casi todo el día. Esto es bueno no sólo por el tema de los subsidios mencionados previamente sino que es eco-friendly y además es la mejor luz para verme pelos, granos y canas o a la hora de maquillarme.
Por el contrario, si la cierro, no me veo ni las canas, ni los pelos, ni los granos pero sí siento que no veo nada y que estoy dentro de una lata de tomates, por poner un ejemplo. Uno podría alegar que es preferible esto y no tener que enfrentar la realidad. ¿Qué quieren qué les diga? Así y todo, prefiero verme las imperfecciones y los signos visibles del paso del tiempo (canas y el hecho de no ver bien a la hora de maquillarme) a tener un ambiente de la casa con poca (según mis parámetros) luz.


Después de un difícil e inolvidable 2010, aprendí y sigo aprendiendo que es mejor la satisfacción personal que la perfección. Ergo, un baño lleno de luz es preferible a uno inmaculado, perfecto y, para mi gusto, un poco oscuro.

martes, 29 de noviembre de 2011

La unión hace la fuerza

En septiembre de 2010 y después de tres meses de haber empezado a trabajar, el equipo de Capacitación de Banco Galicia sufrió algunos cambios. El pequeño grupo de Marina, Antonella y Mariana se vio modificado. Las dos primeras continuaron en sus puestos, pero a partir de ese momento Juanjo y quien les escribe éramos de la partida.
Cuatro personas, cuatro ópticas, cuatro matices diferentes para llevar a cabo una misma tarea. La heterogeneidad fue el condimento principal. Cada uno aportó lo suyo: Marina, entusiasmo y control; Anto, creatividad y paciencia; Juanjo, despite y alegría; yo, obsesión e impaciencia. Sin embargo, todos fuimos aprovechando las fortalezas del otro y cubriendo al de al lado en sus debilidades.
Sin quererlo, nos organizamos como una pequeña familia laboral. Mari, la mamá sobreprotectora y paciente; Anto, la tía copada que – a veces – pone límites; Juncito, el nene malcriado de mamá; y yo, la hermana mayor con síndrome de “hijo del medio” que se negaba a hacer las cosas que el nene no hacía porque no le divertían. Y así fue como un grupo de compañeros de trabajo recreó los roles de una familia por los pasillos y oficinas de Capacitación.
Compartimos muchos buenos momentos, laborales y de los otros. Implementación del nuevo portal de e-learning, re certificación, programa de liderazgo. Y dentro de los otros: fiesta de fin de año, jornada laboral en Tigre, almuerzos varios, algunos after offices, cumpleaños y recibidas sólo por nombrar algunos.
Tenemos afinidad, nos divertimos, somos diferentes pero nos complementamos, nos ayudamos, y hasta nos defendimos. El título de la unión hace la fuerza hace referencia a dos momentos muy divertidos.
Resulta que Marina tiene sobre su escritorio dos portarretratos rosa con las fotos de sus nenas: Carito y Juli. Un jueves gris, frío y aburrido Juan se acercó a Anto y a mí y dijo: “sería divertido poner las fotos de nosotros chiquitos junto con las de las chicas”. Ahí nomás se puso en marcha el plan. Cada uno llevó una foto de la infancia. Yo tomé un trozo de cartón, regla, lápiz negro y marcador rosa y al mejor estilo Utilísima improvisé los marcos para nuestras fotos.
El viernes fue el día de poner en práctica el plan. Marina volvió enojada de una reunión pero al segundo vio las tres fotitos adicionales y una sonrisa se le dibujó en la cara. Toda la oficina se acercó a ver nuestra “travesura” y a felicitarnos por la idea. Cerebro: Juanjo. Músculo: Dolo. Cómplice: Anto.
Hoy sucedió algo similar. Agasajamos a Mari con un almuerzo con motivo del cierre del año. Teníamos que devolver un poco de todo lo que nos dio: conocimientos, cariño, paciencia, regalos de sus viajes, comidas que ella misma invitó. Estaba todo preparado al detalle: menú, bebidas, sorpresa. De repente, suena mi teléfono:

J: “Dolis, ¿no te parece que tenemos que decorar el aula?”
D: “Dale. ¿Cómo? ¿Te parece que pongamos carteles con las frases más relevantes de Mari?
J: Genial.
Y ahí lápiz y anotador mediante me fui al escritorio de Juan y con Anto recopilamos unas ocho frases típicas de Mari. El objetivo fue diferente; la fórmula la misma: cerebro, músculo, cómplice. Y lo mejor es que después no sabemos bien cómo nace la idea pero sí sabemos que el resultado es GRANDIOSO.

En unos días, Anto pasa a otro equipo; por eso también el porqué del almuerzo. Por un lado, nos da tristeza. Por el otro, sabemos que es un desafío para todos y que…seguimos estando en los mismísimos lugares. Aun así, cerrar una etapa produce nostalgia. Hay algo que esperamos los cuatro: que esa creatividad, esa alegría y esa complicidad se expanda en el resto de los equipos. Sé que lo vamos a lograr porque la unión hace la fuerza. ¡Vamos por más!

sábado, 26 de noviembre de 2011

Huellas en el alma

Hace una parva de años, entendí que el Traductorado en inglés y yo no teníamos afinidad. En ese mismo momento, tomé la decisión de seguir mi verdadera pasión y comencé el Profesorado.
En 2010 y luego de mucho esfuerzo, obtuve mi tan ansiado título de Profesora Universitaria, pero ser docente es mucho más que eso. La docencia se siente, se ama, se vive. En mi caso, la docencia la llevo en los genes. Según los cálculos de mi abuelo Seoane – Tito – soy la quinta generación de maestras en mi familia y copié el modelo de mi abuela paterna.
Mi paso por la docencia fue corto pero intenso. En 2007, después de tres años con alumnos de 6º grado, decidí que era el momento de un cambio. Ese año Norah Victory y la comunidad del San Maximiliano Kolbe entraron en mi vida y dejaron su huella en mi alma para todo la vida.
Yo necesitaba un nuevo desafío profesional; el colegio una maestra de inglés para 1º y otra para 7º grado. Entre los grados superiores – 6º y 7º - no hay mucha diferencia. Los contenidos son casi los mismos; tratar con pre adolescentes de 12 o 13 años, no varía demasiado. En la entrevista, le pedí a Norah que necesitaba demostrarme a mí misma que podía enseñarles a esos pequeños que, apenas pueden con el castellano, estaban aprendiendo una segunda lengua. Prometí ser igual de buena y poner el mismo empeño sea cual fuese su decisión. Por suerte la convencí y accedió a darme 1º.
Aunque estaba feliz, ese primer día salí llorando: me dolía todo el cuerpo, la garganta, la dignidad. Sentí que no había estado en un aula; sentí que había estado en el zoológico. Esos no eran niños sino cachorritos que les tenía que enseñar todo.
Maxi no habló en toda la tarde, pero sí gateó por todo el aula toda la tarde. Lucho no escribió en el cuaderno, se atrasó, no me entendió ni una palabra y encima, me pedía que le acariciara las orejitas. Mateo habló incansablemente toda la tarde, no se quedó quieto y se metió en cuanto despelote hubo, dentro y fuera del aula. Éstos son los personajes más relevantes pero había unos 23 cachorritos más que manejar.
A las tres o cuatro semanas, ya estaban medianamente domados: formaban divinamente en fila, escribían en sus cuadernos (siguiendo las pautas neuróticas que yo misma les inculqué), se esforzaban por hablar en inglés, cantaban y aprendían.
A las tres o cuatro semanas, yo ya comencé a recuperar la dignidad perdida del primer día, a entenderlos y entender cómo comunicarme con ellos, y a darme cuenta de que algo bueno íbamos a lograr. Había tanto cariño, tanta diversión, tantos desafíos para todos que logramos mover montañas juntos.
Nuestra prueba de fuego vino casi a fin de año con el temido Concert. Pasamos el ensayo general con la frente bien el alto. El día del show, otra vez nos tocó brillar. Y digo nos tocó porque mis pequeños brillaron cantando y bailando; yo, yo brillé del orgullo que me generaron. Aplausos y felicitaciones fueron algunos de los halagos que recibimos ese día.
Con ese grupo de 2007 y el otro que me tocó en 2008 siento que me convertí en maestra. Alguna vez escuché – y no recuerdo de quién – que a la maestra de 1er grado nunca se la olvida y, si es buena, se la lleva en el corazón para siempre. Eso espero: haber dejado una huella en cada una de esas personitas. Sé que ellos dejaron la suya en mi alma.

Hoy ya no estoy más en las aulas. Cambié de rumbo pero la maestra siempre me acompaña. Y también me acompañan los hermosos recuerdos de todos y cada uno de mis alumnos. Además de la experiencia, esos dos años en el Kolbe me dejaron un grupo de padres que amo infinitamente, que me dieron todo su cariño, que me respaldaron, que trabajaron codo a codo conmigo para ver crecer a sus hijos. A ellos: ¡gracias! Por acompañarme, por confiarme sus tesoros más preciados, y por hoy – noviembre de 2011 – ser tan importantes en mi vida como allá por 2007. 

domingo, 20 de noviembre de 2011

Utilísimas tardes – Continuación

Hace unas semanas, tuve la suerte de concurrir a un curso para formación de instructores. Uno de los principales objetivos del taller es que los participantes “reconozcan las competencias clave del instructor y se ejerciten en el uso de las habilidades escénicas y de facilitación, y que puedan identificar sus propias fortalezas y áreas de mejora”.

Cuando vi la oportunidad, le pedí a mi jefa – Marina Claudia Sánchez o MCS para los amigos – de asistir. Me gustaría en un futuro no muy lejano ser facilitadora y, además, era la oportunidad ideal para rajar dos días completísimos de la rutina. Y así fue, pese a que la semana se veía complicada por migraciones y auditorías.

Es ahí donde surge mi duda existencial: ¿Marina me dejó ir para que mejorara en mis habilidades escénicas, en mi fobia a la exposición oral? (Post "Al César, lo que es del César) o ¿Necesitaba encerrarme en un aula mientras los auditores pululaban por las oficinas de Capacitación y así evitar que alguno de mis clásicos vituperios llegaran a los oídos de éstos? Aunque me inclino por la primera, sé que la segunda opción tiene mucho que ver.

Debo reconocer que el curso fue muy bueno: intensivo pero muy fructífero pese a mi experiencia docente, la instructora es muy recomendable, las dinámicas absolutamente llevaderas. Sin embargo, hubo una sola cuestión que me produjo malestar, incomodidad, deseos de no haber aceptado la invitación. Desde el minuto uno, Victoria – la instructora - nos comentó que a lo largo del taller nos iban a pedir que hiciéramos dos presentaciones orales frente a una cámara de cinco y diez minutos respectivamente. Ahí ya me empezó a surgir la duda de si había hecho una buena elección en insistir para que me dejaran hacer el curso. ¡Qué necesidad hay! Encima de que tengo que hacer dos presentaciones orales, ¿es estrictamente necesario que haya registro gráfico? Y bueno, fiel a mi estilo, opté por recurrir al nunca bien ponderado totoreto ya que "la vida no es esperar a que la tormenta pase, sino a aprender a bailar bajo la lluvia”.
Mi primera presentación consistió en enseñar cómo hacer una papa al horno, pero de una manera innovadora; no cualquier papa al horno. Fue así que, en poco menos de cinco minutos, mis compañeros de curso aprendieron a hacer una guarnición distinta a partir de este simple tubérculo.


El segundo día ya requirió de más tiempo, pero en esta oportunidad también, me volqué a las manualidades. En esta ocasión, elegí enseñar a hacer un florero con una bombita halógena quemada y un poco de alambre. El día anterior, llegué a mi casa, me teledirigí a mi caja de herramientas y seleccioné aquéllas que me servirían para llevar a adelante mi demostración.

Mi audiencia estaba muy interesada e intrigada de cómo se podía hacer una adorno con  materiales de descarte. Ya habían quedado fascinados con mi novedosa guarnición y estaban ávidos de más. Acá les acerco una imagen del objeto en cuestión ya terminado.


La frutilla del postre son los videos de las dos presentaciones. Ante todo, mi intención fue no hacer papelones. No me gusta tanta exposición, no me siento segura. Sin embargo, si no queda más remedio lo hago pero a mi manera, como Frank. Practicidad, claridad y comicidad fueron mis consignas para lograr un excelente feedback y felicitaciones de la instructora.  


What if…?

La última vez que vi a Tati, mi abuela, fue el 25 de junio de 1994. Estuvimos juntas durante casi 14 años; nos despedimos en tan sólo quince minutos.
Ella tenía un modo muy dulce de comunicarse conmigo; era inteligente, y tenía una paciencia infinita. Cualidades que yo misma dudo de poseer. Sin embargo, voluntad, terquedad e impaciencia me caracterizan. Muy opuestas, es esa la razón por la cual éramos tan unidas.
Solíamos pasar largas horas hablando, me encantaba ayudarla a cocinar; disfrutábamos la una de la otra. Siempre hubo un sentimiento muy especial entre nosotras dos que era difícil de explicar con palabras. Nadie más que nosotras dos pudimos sentirlo.
Yo le contaba historias graciosas; ella me escuchaba alegremente. Ella me hablaba de la muerte;  yo la evadía. No peleábamos casi nunca, pero sí cuando ella sacaba ese tema. Un día Tati me dijo: “el día que yo me muera, vos vas a ser la persona que más sufra”. A esto no respondí nada, simplemente la abracé, le di un beso y me largué a llorar.
Ésto fue unos meses antes de su muerte. No sé cuánto sufrió el resto; sí sé que yo la pasé muy mal. Ya pasaron 17 años y a veces me pregunto cómo sería mi relación con ella, qué actividades compartiríamos, de qué hablaríamos, cómo sería tenerla todavía en mi vida.

lunes, 14 de noviembre de 2011

¿Cintura de avispa o cintura política?

Tener menos cintura que un pollo, tener una cintura de avispa, tener más o menos cintura política. Ése fue mi objetivo informal para este segundo semestre de 2011: esa virtud que nos permite actuar de una manera políticamente correcta en determinados contexto o situación.

Al parecer, yo no tenía y con el tiempo la fui adquiriendo. Me delataban mi falta de paciencia, mis expresiones de fastidio, mis respuestas secas y tajantes. Actitudes que atentan con la noción de buen trato al cliente y premisa de calidad que fomenta el banco.

Pero siempre que llovió, paró. La semana pasada un sector muy especial del banco – y cuando digo especial quiero decir chato, corto, con poco vuelo propio – me pidió modificar una presentación en Power Point. Accedí casi inmediatamente aunque no puedo entender que nadie pueda manejar esa herramienta.

Y ahí estaba yo para ayudar con mis modestos conocimientos. Una vez que estuvo finalizado, vinieron a hacer unas últimas modificaciones y con una sonrisa y tono amable corregí y despedí a la persona en cuestión.

Acto seguido, MCS me felicitó por mi buen trato y mi buena predisposición con gente que tiende a exasperarme. Vivo este hecho como un doble logro: por un lado, Marina me felicitó por algo bien hecho esta semana; por el otro, mi cintura – aunque política -  se va afinando y eso es bueno para el verano

viernes, 4 de noviembre de 2011

Anotate unos porotos

Famosas son las diferencias entre hombres y mujeres. Existen disertantes, exposiciones, debates, lo que se les ocurra en relación a este tema.
Yo no voy a exponer; sólo quiero hacer una salvedad. Acá les acerco un tip, un dato útil para ustedes, hombres, argentinos o de cualquier otra nacionalidad.
Para ganarse unos porotitos durante la conquista, es imprescindible que – siempre y cuando la ley lo permita – manejen. Llevar a pasear a una chica sin automóvil propio o prestado y recurrir al transporte público o semi-público les quita puntaje.
Invitar a una mujer a salir y no tener movilidad propia es como el Facebook o, el ya obsoleto MSN, sin foto.
Sí, lo sé: es creerlo o reventar. Sin embargo, es así. Tómenlo o déjenlo pero es la cruel realidad.
Jony, si querés que seamos primos políticos, prometo hacer mi parte pero esmerate y sacá el registro. Y recordá: cocodrilo que se duerme, termina billetera.


Noticias desde acá abajo

Querido Tito:

                   Hace ya bastante tiempo que no estás con nosotros y creo que es hora de ponerte al día con lo que fue sucediendo acá abajo. Aunque siempre estuviste en mis pensamientos, sé que te tuve bastante olvidado. Debo admitir que el 2010 fue un año complicado pero ahora sí tengo muchas ganas de contarte cómo sigue la vida por acá.
                   Primero, tu última debilidad: Valentina. ¡Qué te puedo decir! Está enorme. En febrero empezó el jardincito y desde ese momento hasta la fecha lo que creció y maduró fue increíble. Es independiente, le encanta la música y bailar. Es curiosa y aprende con demasiada facilidad. La chiquita tiene su carácter, no te vayas a creer. Es simpática y graciosa pero cuando le salta la térmica, ¡agarrate, Catalina! Hace un tiempo noté que heredó algunos genes tuyos: el de la hiperactividad y el de la conversación. ¡Ah, no para! Hasta que no se duerme parada, no deja de jugar y moverse. En cuanto a lo otro, es re charlatana, se la pasa hablando o cantando o gritando. Qué te diga que es preciosa, no es ni novedad ni objetivo pero en serio lo es.
                   Después, Chichita. Obviamente, ella es la que más notó y nota tu ausencia. Igual quedate tranquilo porque entre todos la cuidamos y mucho. Papá y yo estamos pendientes de todas sus necesidades. Ahora tratamos de dejarla que maneje su independencia pero, en términos generales, todos estamos atentos.
                   Vicky trata de ir una vez por semana a Arredondo para que Chichis la vea a Valen. Ella es una de sus grandes alegrías. Encima la chiquita la nombra y la abraza con locura y Chicha se derrite. ¿Sabés que una de las primeras palabras que dijo fue “Chichita”? Ésa y “Sasha”.
                   Por mi parte, luego de un dificilísimo 2010 me fui a vivir sola. Por suerte, estoy contenta y muy tranquila. En tu casa estaba cómoda pero Chichita me estaba asfixiando un poco. Sé que lo hizo con su mejor voluntad pero necesitaba mi espacio. Debo reconocer que no extraño vivir en Arredondo; extraño no vivir más en tu casa con vos. Fueron seis meses muy duros pero siempre estuve muy satisfecha de estar a tu lado para cuidarte hasta el último momento.
                   Tu partida fue todo un suceso en mi vida. El 1° de abril me fui a trabajar como todos los días y a la hora y media de haber llegado me llamó Vicky y me dijo que te habían internado. Sabía que ése era el principio del final. Entré en pánico: estaba lejos, la combi no salía hasta una hora después. Mamá me pasó a buscar y me llevó a casa. A la tarde fuimos al hospital; yo necesitaba ir para decirte adiós. Como lo último que se pierde es la audición (al menos eso es lo que dicen), me acerqué a tu oído y te repetí varias veces “te amo, fuiste el mejor abuelo del mundo”. Después volvimos a casa y a las 5.20 am, Papá llamó para decirnos que te habías muerto. Él se quedó toda la noche con vos porque sabía que no llegabas a ver amanecer nuevamente y no quiso que te quedaras solo. ¿Viste cómo es Papá? En el fondo te adoraba y realmente tuvo un gran gesto en ese momento porque no quiso que estuvieras solo cuando murieras.
                   Fue difícil despedirte pero todos sentimos gran alivio de saber que ya no ibas a sufrir más. A mí me tocó decir las palabras de despedida. En el centro se les ocurrió la idea y a mí me dieron todos los números para decir algunas palabras. Fue sumamente difícil; muy movilizador decirte “Adiós”. En algún momento te voy a reescribir esas palabras.
                  Como podrás notar, todo sigue su cauce normal. Te extrañamos pero la vida siguió y sigue. Nunca te lo pude decir personalmente pero te quiero mucho. Te recuerdo con alegría y también te extraño un poquito. Sé que algún día nos volveremos a encontrar y nos contaremos todo lo que nos fue sucediendo.

PD: Las fotos elegidas son algunos de mis momentos favoritos con vos :)

jueves, 3 de noviembre de 2011

Gran enseñanza

Él es Nicanor Abate, Nica, Nicasio, Nicata de DT, como quieran llamarlo. Zoquete adolescente de 17 años que vive en Babia  - y no la comarca en la provincia de León, España – 363 de los 365 días que tiene el año.

Sin embargo, desde hace unos meses que no deja de sorprenderme en determinadas oportunidades con sus comentarios y reflexiones. No es que no lo crea capaz; simplemente que, como vive en una nube de pedos, me desconcierta cuando hace esos comentarios tan adultos y maduros.

El último, en relación al aborto. Creo fervientemente que estos temas no son para discutir ni en la sobremesa, ni en Facebook ni en ninguna otra red social. Son asuntos muy controversiales y específicos con lo que la estandarización tampoco es propicia. Sancionar una ley para despenalizar o prohibir una cuestión tan particular como cada embarazo es inentendible.

Me quedo con una imagen, su reflexión, su postura frente al aborto. Ni a favor ni en contra pero, claramente, esta foto expresa más que cualquier ley o que cualquier manifestación. ¡Gracias, Nica, por la lección!

lunes, 31 de octubre de 2011

Utilísimas tardes

Este post es para ustedes; sí, ustedes, padres con hijos en edad escolar. Especialmente, aquellos que concurren todavía al jardín de infantes o los primeros años de la primaria. A ustedes, les tengo una pregunta: ¿quién no ha leído una nota en el cuaderno de comunicaciones encabezada con el tan temible “Queridos papis”? ¿Quién no ha abierto el bendito cuaderno rojo un jueves o domingo a las 21.30 y se ha encontrado con un pedido estrafalario? Sí, todos han pasado por eso y, si todavía están invictos, ya van a caer.
Esas notitas, esos pedidos son geniales. Con ese “Queridos papis” sabés que te van a cagar la vida – o la noche – en cien pedazos. ¿Y por qué? Porque esos elementos que solicitan indefectiblemente no se encuentran ni en la librería de debajo de tu casa, ni en Easy (en el supuesto caso de que contaras con tiempo de sobra), ni en el corralón de materiales más cercano. No, no. La vida no es tan generosa. Para cumplir con las “seños”, la tenés que remar. Y ¿por qué no son fáciles de encontrar? Básicamente, porque son cosas de uso no convencional. Como ser: una cartulina violeta de 85 x 93,5 con lunares magenta y blanco; un cuaderno Rivadavia forrado de papel araña rosa viejo con renglones de 2,88 cm (¿dónde carajo se vieron cuadernos con este tamaño de renglones?), y así otras tantas.
Ahí empieza a funcionar una red solidaria entre prim@s, tí@s, abuel@s y vecin@s para que tu hij@ cumpla con las muy desgraciadas y que éstas no lo odien por ser el único infeliz que no llevó el elemento en cuestión.
Todavía recuerdo esos pedidos de mi época escolar. No sólo era la infeliz que las maestras odiaban – mi vieja SIEMPRE cazaba el bendito cuaderno a las 21.30 – sino que me la tenía que fumar puteando a los diez mil demonios, a las maestras, a Marengo y a toda la comunidad docente de mi colegio por pedir ese tipo de cosas inexistentes.
Una vez superada las puteadas de mi vieja, pensé que la vida volvía a ser justa; mas no. En la adolescencia me fumaba, pero por teléfono, a mi tía. La situación era inmejorable: vivían en Martínez, tenía tres delincuentes por hijos entonces no sólo te fumabas las puteadas sino que terminabas de hablar por teléfono con perforación del oído medio e interno después de que cagara a pedos a sus retoños sin apartar el tubo de tu oído.
Y luego llegó mi turno como la desgraciada, la cerda comunista que les iba a cagar la vida a los padres. Sufrí por no llevar lo que pedían, afronté el odio de mis maestras a pura garra, me banqué las puteadas de madre y tía, superé sorderas importantes y me decidí por la docencia.
Sin embargo, juré por Alá y todos los dioses que – como no iba a tener escapatoria – al menos cada vez que tuviéramos que hacer algún totoreto por el Día del Padre, Día de la Madre o de Empleada Doméstica, al menos ese adminículo iba a cumplir una función. Me negaba a invertir tiempo, dinero (de los padres) y salud mental (mía, al manejar a 26 demonios de 6 años) en hacer una cagada que quedara en el olvido en la cocina o la mesita de luz de los progenitores hasta que el pibe se olvidara y la niñera lo tirara sin piedad a la mierda.
Me propuse fervientemente reivindicar al totoreto. ¡Sí! Levantémonos en pos del totoreto. Hágamos pendorchadas de este tipo, pero que sirvan para algo. Así fue como mis alumnos y yo hicimos muchas buenas y útiles cosas: un posavasos para papá a partir de un CD viejo y una foto; señalador de libro para mamá; imanes con porcelana fría o Goma Eva y una foto de mamá. Siempre creaba yo misma mi propio totoreto y después lo hacía con mis alumnos. Así fue que mamá y papá tuvieron regalos modestos y hechos a mano mejores que los que les hacía cuando era chica.
Me acuerdo que me hicieron hacerle a mamá un florero que era la cagada hecha objeto. Una tapa de shampoo, plastilina y flores secas. Utilidad: cero; estética: 1 (capaz que mi vieja había comprado las flores más pedorras, ponele); acumulador de mugre: 10. Eso sí, la vieja era una rata de puerto pero juro que tuvo esa mierda arriba de su mesa de luz por no menos de diez años.
Reconozco que desde que yo fui al colegio hasta que fui maestra pasaron muchos años, internet entró en nuestras vidas para cambiarla de maneras impensadas. Muchas, sino todas mis ideas, salieron de esta maravillosa red. Sin embargo, creo que en el siglo pasado también se podrían haber hecho regalos con cierta utilidad. Un poco de imaginación hubiese bastado para crear un adminículo útil y pasar una utilísima tarde. 

sábado, 29 de octubre de 2011

¡Que los cumplas muy feliz!

No es mi mejor amiga; ¿es mi amiga siquiera? Es mi hermana. Nos queremos, nos peleamos, discutimos, la pasamos bien, nos divertimos. Venimos de la misma fuente, pero no podemos ser más distintas.
Compartimos puntos de vistas y, a veces, opinamos completamente diferente. No estoy de acuerdo en cómo ella procede en mil y una situaciones; ella debe opinar lo mismo.
Sin embargo, hay un sólo punto en el que nos encontramos, una sola cosa por la que SIEMPRE va a ser la mejor hermana del universo. Ella me dio el mejor regalo que una persona puede recibir: mi sobrina.

¡Gracias y qué los cumplas muy feliz!

domingo, 23 de octubre de 2011

Madre hay una sola

Todos alguna vez hemos atravesado la grata experiencia de comprar el regalo del Día de la Madre. A mí me tocó nuevamente, como todos los años, como hace unos cuantos años. En esta oportunidad, arrancamos quien les escribe, hermana y sobrina a un conocido shopping para aprovechar los generosos descuentos que los bancos nos proveen. Por eso, sin muchos rodeos y casi sin pensarlo le dije a Vicky – mi hermana - ¡Vamos los jueves! Tenemos 25 % off, y fuimos nomás.
Luego de un día interminable de trabajo y casi finalizando la semana, allá me fui yo en el 105 a la casa de mi hermana. Llegué y Valen – adorada sobrina, aunque las presentaciones sobren – ya había tomado su mamadera al regreso del jardincito y ya estábamos las tres prontas para partir.
Ésta iba a ser toda una aventura por motivos varios: hermana manejaría conmigo de copiloto hasta el mencionado shopping; encontrar un regalo para mamá no es tarea sencilla, no, claro que no; el lugar iba a estar claramente atestado de mujeres frenéticas en busca del mejor regalo para sus madres o para ellas mismas; personas del género femenino con extensiones de tarjetas de sus maridos haciendo estragos y aprovechando el descuento. El panorama era más que desalentador pero la obligación estaba. Sin embargo, sabía que todo este sacrificio, casi apostolado, iba a tener su recompensa más tarde.
Entonces, sin más vueltas, niña de la manito y tarjeta en cartera salimos en busca del regalo. Hermana al volante, sobrina en sillita, Dolores de copiloto. Ni sé por dónde fuimos pero sí sé que estuve muy tranquila durante todo el viaje pese a la desconfianza de mi cuñado cuando su mujer – mi hermana – maneja. La niñita comenzó a serruchar a las pocas cuadras con lo cual deduzco que también estaba confiada. O es lo suficientemente inocente como para reconocer quién es un peligro y quién no lo es al volante.
Finalmente, luego de sortear colectivos, taxis, transeúntes y demás yerbas llegamos victoriosas. ¡Ahora sí empezaba lo difícil! Debo reconocer que el lugar podría haber estado mucho más repleto. Primer objetivo: regalo de Mamucha. Dimos una pequeña vuelta y nos encontramos – como enviada por el Mesías – una bermuda. Tacle directo a la vendedora y la pregunta: “¿tenés en otro color que no sea blanco?” Por suerte había y acompañamos con remera muy bonita. Después vino la charla de logística: “pago yo que tengo el descuento”, “¿en cuántas cuotas?” Y así terminamos en unos veinte minutos la transacción, que demoró más de lo previsto por problemas del sistema; siempre problemas del sistema.
Ahora la segunda parte: comprar el regalo de mi hermana; ella para ella. Quería una cartera y fuimos por la cartera. La dejé tranquilamente eligiendo mientras yo jugaba/ cuidaba a Valen. Debo admitir que esa criatura – loca y todo como es – se portó de maravillas. Eligió su cartera, la convencí de que yo pagaba con el descuento porque la muy desquiciada la hubiese abonado en su totalidad cuando podía pagar casi $ 200 menos. Transacción número dos completa; hora de un merecido refrigerio.
Sí, me pudre comprar este tipo de regalos; más con descuentos pero si no es de esta manera, juro que no los compro. Sin embargo, todo tiene su recompensa. La mía: haber pasado la tarde con mi hermana y pasear, jugar y divertirme con Valen – la luz de mis ojos.
Podría seguir escribiendo; podría colgar miles de videos y fotos. Hoy elijo dejar este. ¡Gracias, pequeña de ojos vivaces! Ser tu tía es un placer. 




martes, 18 de octubre de 2011

Al César, lo que es del César…

Como es de público conocimiento, existen dos formas de comunicación: la oral y la escrita. De la misma manera, existen diferentes tipos de personas y, con ellas, gente que se siente más a gusto expresando sus opiniones, creencias y sentimientos por medio de la vía oral, y otras tantas por medio de la escrita. En mi caso en particular, lo mío es la escritura. ¡Sin dudas!
No por nada decidí empezar a escribir un blog y no a transmitir un programa de radio. Esta debilidad no sólo se la puede apreciar en mis ratos de ocio. No, no; también estaba muy marcada en mis años de facultad, allá no tan lejos ni hace tanto tiempo. Desde mis comienzos en el mundo universitario que esta fobia hacia la expresión oral fue muy contundente y me generó más de un dolor de cabeza.
Dado que comencé estudiando Traductorado de inglés y terminé por recibirme de Profesora de inglés, el 70 sino el 80% de los exámenes eran primero escritos, después orales. La primera instancia la pasaba bien, sin mayores contratiempos; incluso con buenas notas. La debacle venía en el examen oral. En ese punto, todo mi conocimiento se esfumaba de mis neuronas como por arte de magia: perdía la motricidad en la lengua, no podía hilar dos palabras juntas mucho menos formar una oración sintácticamente decente, y cometía errores impensados. Para colaborar con el oscuro panorama, siempre llegaba a tener que rendir estos exámenes cuando la materia se estaba por vencer o cuando ya tenía dos orales previos desaprobados. Y todos sabemos que en el mundo universitario sólo se pueden reprobar hasta tres veces. Luego, recursada sin escalas.
Contrariamente, mis trabajos y exámenes escritos eran una joya. Varias profesoras, muchas de ellas muy reconocidas dentro del ambiente, han llegado a felicitarme por mis redacciones – tanto en castellano como en inglés – y por mis inmejorables parciales y finales…escritos, siempre escritos.
Cabe recalcar que alguna que otra vez – en situaciones extremas como las descriptas anteriormente – también recibí las felicitaciones de mis profesoras ante un maravilloso examen oral, pero eso tenía otro precio y otro esfuerzo.
La fobia se continuó en el ámbito docente cuando me obligaban a tomar orales a pequeños inocentes de primer grado, que apenas podían balbucear en una lengua extranjera, y en el ámbito empresarial. Después de unos años en la docencia, decidí que mi paciencia había llegado al máximo tolerable de…los padres. Sí, a los niños les tengo toneladas de paciencia pero ya a los padres no. Entonces decidí incursionar en el mundo empresarial, mega empresas, mucha globalización, el mail, el chat y…el teléfono. ¿Por qué? ¿Por qué? es la pregunta. ¿Para qué? Si para eso tenemos todas esas otras herramientas que tan solo requieren de un teclado y la habilidad de poder tipear el mensaje deseado.
Estoy empezando a creer que es para molestar a la pobre víctima que sufre cuando le piden que haga un llamado, que valide tal o cual cosa por teléfono, que capture la llamada entrante en el maldito y sonoro artefacto del compañero cuando éste está fuera de su puesto de trabajo. Esa clase de persona, o victimario, es Marina Sánchez, mi jefa. La adoro, lo garantizo pero la odio todas y cada una de las veces que me obliga a enfrentarme con el susodicho. Repito: ¿para qué? Si yo por mail me siento más segura; como pez en el agua. Tengo una buena redacción, no cometo errores ni de tipeo ni de ortografía y hasta soy sumamente amable porque siempre termino mis mails con un simpático “qué tengas un buen día” o “qué tengas una buena tarde”. Cosa que por teléfono no puedo garantizarlo.
Me he dado cuenta de que el teléfono me estresa, me pone de mal humor, me lleva a mi zona de “no comodidad”. No me gusta, no lo tolero, no me cae bien. Por eso creo que como dijera nuestro Señor Jesucristo “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. En términos corrientes y paganos: déjenme proceder cómo yo me sienta más cómoda. Lo que interesa es que haga, valide o informe. No importa el cómo; simplemente importa el qué. 

lunes, 17 de octubre de 2011

Keeping my hair on

When I think about reflecting essays what first comes to my mind is a bundle of thought-provoking topics that may be dealt in such pieces of writings. “TV influence on children’s learning”, “Violence among teenagers”, “Drugs and Alcohol: modern addictions”, “Body and Mind health” just to mention a few. Nonetheless, I have decided to lead this exposition to a much lighter field. I will not debate on any of those relevant subject matters because I have set my mind to state many – if not all – the non-desired  aspects rain has in my daily life.
Although Buenos Aires, the city where I live, is gorgeous with all its modern and old buildings, its incredible cultural and night life, its friendly people and its varied as well as attractive walks, it is damned damp. Whenever we are unlucky to enjoy the presence of humidity among us, the streets get slippery and dangerous when thousands of people either stumble along with their obnoxious umbrellas, or prowl around the city without knowing where to go because they are so affected by the weather that they cannot think properly, not to mention that it is surrounded by a foggy, sticky atmosphere that makes the entire scene even worst. Moreover, in the last few months it has rained – or even poured – at least once a week. In other words, here lays the genuine root of my bad temper since it is my firm belief that I am not a rain loving kind of person whatsoever. The fact of the matter is I loathe humid rainy days and everything they bring about. There are many consequences I have to tolerate which I could mention to account for such a negative feeling but there is one in particular which gets in my hair. The worst side of this sort of weather condition is the way in which my hair systematically behaves: out of the blue and with apparent reason my entire head looks more like a bundle of wires or a bowl of spaghettis than what it actually is. And together with my hairstyle so does change my mood. Not only do I have to add the raincoat, the umbrella and a soaked-to-the-bones appearance to my daily luggage but I also have to put up with my wild, lion-style mane. It gradually gets curled and spongy, loosing up to half of its usual length. But this is not the end of my stylistic conflict. My fringe as well involves itself in this diabolic and mean cause to drive me completely crazy. It follows its own rules and it does not recognize neither the hairbrush’s and brush’s authorities nor my own will. All of a sudden my entire mane becomes a greasy and brightless unity. This amorphous bunch of hay, as I like to call it, is no more than the reflection of my inner mood. No matter how hard I try, no matter which gadget or appliance I may use, nothing will make this reality change. The only viable solution so far is to wear a couple of buckles round my head with a nice pony tail or a plait to keep my wires tight and under control.
Likewise, my hair rebirths when the weather is dry and sunny again. It falls right into place without major efforts. The above mentioned lion-style mane becomes respectful, mirroring my inner energy. As if I would have never gone through a climatic chaos of that sort, my hair – no longer a bowl of spaghettis – is full of light once more. It flows gracefully and smoothly along the wind either in a hairdresser’s like fashion or in natural locks.
On balance and in spite of my view point as regards the weather, my city is not a detestable one. For many people, especially to those who happen to live in cold places, Buenos Aires has a mild sunny climate most of the times. It is true that in the past few years we have put up with more rain than we have been used to. However, this is not the city’s fault but it may be the global warming’s. To be honest, I am a solar person; just like a calculator. As if I were some kind of machine, I work thanks to solar energy: the sunnier, the better. What is more, rain in adequate amounts is only useful in the countryside for the crops. So, what is the use of having it round us in the city? Its only purpose is to disrupt the daily routine of us citizens and the behaviour of my quasi tamed hairstyle as well. On the whole, what bothers me most is not the rain in itself but the nasty consequences on my rebel mane. 

Resolución del año

Esto debería haberlo decidido en enero. Mejor tarde...



Querido lector:


He decidido escribir en este blog - idealmente -  una vez por semana.


Lapicera y anotador viajaran incansablemente conmigo a los efectos de poder recabar la información que será debidamente plasmada.


Sin más, saluda atte.

sábado, 8 de octubre de 2011

To teach is to touch a life forever

Describing a person for whom I have nothing but admiration is not an easy task. It may result in a boring piece of writing or even in a listing of factual information. Moreover, there are so many people whom I deeply respect that it can be quite an issue. However, when it comes to talk about a teacher who gathers those characteristics, everything turns out to be very simple. The first name that comes to my mind is that of my dearest professor María Teresa Viñas Urquiza. Even though I started coursing my studies in 2000 in the institution I used to go to, I met her back in 2003 and 2005 when I attended Grammar II and Linguistics respectively in the Teaching Training College. María Teresa was one of the two teachers in charge of those subjects and that was the reason why I decided to enroll myself in those professorships. I had excellent references of her classes and of herself but I had never thought they would be that much. Exaggerated as it may sound, it is nothing but the truth. Since this day, I have never regretted having taken such decision. Although her lessons were perfectly challenging and many of the times extremely tiring, they used to be rewarding at a superlative degree. I will never forget the way I felt whenever I went back home after meeting her. My head would spin like a washing machine. Yet, the feeling of a mission successfully accomplished meant much more to me. I remember how much I enjoyed everything and anything: every lesson, the homework she would give us, all the corrections that came about.
It is my firm belief that María Teresa, or simply Viñas Urquiza, as many called her around the hallways of Lengüitas, is the synthesis of the teaching perfection and excellence. She has become my ideal teaching model to follow for she is constantly concerned about her students. Always willing to help us improve, María Teresa believes in our capacities and abilities. So much so that she would back up any risky decision somebody might take if that implies that, in the end, one might have achieved some kind of academic or personal goal.
Nonetheless, not everything what glitters is gold. Honestly and truly, I must admit that this fabulous person and experienced teacher has the most dreadful and incomprehensible pronunciation ever. It is sort a mixture between RP, Cockney and her inborn accent, caught up in Córdoba - the province where she was born. At times, it was very difficult to understand her. The whole group including me used to ask her to repeat what she was saying in the most polite manner we could think of.
No matter how strange she speaks, how awful her pronunciation was, María Teresa is sensitive, caring and friendly. She lightens up a classroom by simply entering it. I have never seen a person who enjoys teaching as much as she does. Any person can immediately notice that happiness and pleasure just by looking at her sweet and huge smile, by paying attention to her attitudes and behaviour. Every lesson is more like a workshop, since you learn not only grammar but also how to profit from what you are doing. It is by no means absolutely worthwhile.
I will be eternally thankful to her for all I learnt: to seize every opportunity in life, to take advantage of my career, to enjoy my studies. I feel proud of having been her student and I also feel that same way when I mention her to my new professor at UADE and many happen to know her. María Teresa is like a celebrity within the Teaching Training environment. She was once deputized to talk to her former students who were receiving their degree. In a sweet and short passage she said “you have chosen a very rewarding profession. When you teach all your personal problems and sorrows are forgotten; when you teach you set in motion what is best in you: values, ideals, passion, love… Teaching turns work into pleasure. Enjoy it”.  She could not be more accurate. She managed to describe in a very short passage what teaching means to her and what it means to me. 

viernes, 30 de septiembre de 2011

Crónica de un llanto anunciado


Este es mi primer post. Y, como no podía ser de otra manera, voy a contar algo de mi sobrina. Para todos los fanáticos, babosos y admiradores de Valentina, acá les acerco algo para leer.

Como muchos sabrán, hace unos meses participé de una actividad con Valen en su jardincito. La idea era trabajar las diferencias entre los bebés y los niños, qué cosas usaban que ya no, qué cosas les gustaban, con qué jugaban, y demás.
Tal cual lo planeado, salí del trabajo antes, mucho antes, para ir a buscarla a su casa. Llegué en horario. Cuando bajó Valeria (la chica que la cuida) a abrirme la puerta de calle, Valen - pese a que había estado llorando porque quería algo que Valeria no le dió - se puso notablemente contenta de verme. Subimos y se terminó de preparar antes de salir. La niña estaba contenta, saltaba, le decía a Vale "ahí tá Dolo". Todo a pedir de bocas. Y así, con esa alegría, partimos hacía el jardín.
Caminamos hasta la esquina, llegamos y Valeria me dijo que Valen entra solita pero que no sube sola las escaleras que son - teniendo en cuenta las dimensiones de la pequeña - como las de Piazza Di Spagna. Subimos juntas, alcancé a darle un mísero beso en la cabecita porque ni bola ya. La muy obsecuente entró despacito y esperó que otro nene pasara para saludar a Vanesa, su seño, que estaba en la puerta de entrada. Hecho esto, arrancó rauda hacia la salita amarilla.
Yo me quedé un ratito en la esquina hasta que minutos antes de las 13.15 nos hicieron entrar al hall. Unos minutos después, vino la seño Laura a buscarnos para pasar a la salita.
En malón, arrancamos padres, madres, abuelas y tía (o sea: Eu). Había un grupo delante mío, y otro detrás. Yo iba tranquila en el medio. Cuando ingresó el primer grupo, ahí comenzó la psicosis infantil, tal cual sucede en el subte: gente que está parada de un lado del andén, cuando ven que otros se van para el otro lado, hacen lo mismo y así miles más.
En el caso de estos niños fue igual. Estaban todos tranquilamente sentados contra la pared en dirección opuesta a la puerta. Cuando fueron viendo a sus familiares, se empezaron a levantar. Valen estaba muy prolijita y tranquila sentada y cogoteando a diestra y siniestra para ver quién había ido a compartir esa actividad con ella. Cuando vió que en ese grupo de 5 personas, no más seguro, no había ninguna cara conocida, ahí en ese preciso momento veo una boca grande como un buzón de Oca, con dientes blancos y grandes como el del conejo de Nesquick, abierta de par en par y emitiendo un ruidoso "buuuuaaaaa".
Enseguida fui a buscarla y la tranquilicé diciéndole que ahí estaba. Rápidamente se calmó, y casi casi que no me dejaba mover. Dejé mis cosas, mientras ella no me soltaba la mano; no fuera a ser cosa que la dejara sola.
Nos sentamos en una ronda, Valen a "apita" mío. Si le acomodaba las piernitas o algo chillaba porque pensaba que la bajaba y me iba. La niña estaba con mocos y con mucha sutileza se limpió los mismos con la mano. Ahora fue mi turno de cogotear en busca de la mochi que tenía los pañuelos que le había dado en la puerta del jardín antes de entrar. Pese a que le había explicado que la bajaba y me paraba para ir JUNTAS a buscar los pañuelitos, se largó a chillar mientras no sé qué amiguito contaba qué había llevado. Yo que quería pasar lo más desapercibida, ella me arma semejante escándalo. Buscamos los pañuelos y volvimos de la mano - siempre de la mano - a sentarnos en la ronda.
Llegó nuestro turno. Sacamos las cosas que Vicky había elegido: la jirafildis, la batita que le pusieron en la clínica, el body que le compró Ale cuando se enteró que era una nena. Les contamos la historia de la jirafa, Valen les contó que era "nananja", les contamos que el body le quedaba enooorme y que lo usó como hasta los 6 meses. Todo, todo hermoso. Los nenes cantaron una canción del sapo, la canción de saludo a Jesús. ¡Precioso! Hasta que una de las seños dijo "gracias, papis, abuelas y tía por haber venido" y la sanata ya conocida de cagarte la tarde teniendo que salir del laburo 10 horas antes ¿para qué? Sí, para estar 15 minutos nada más.
Ahí nomacito se armó la hecatombe. ¿Cómo bajarla sin que llore?, ¿cómo hacerle entender que se tenía que quedar? Mientras forcejébamos - ella para no liberarse y yo para poder irme y no complicarle más la tarde a las seños - la agarré y le dije "Escuchame, Valen: vos ahora te quedás y en un rato te vengo a buscar y vamos a Mc Donald's". A lo que escuchaba con atención, lo pensaba dos segundos y enseguida estallaba el tan anunciado "buuuuaaa".

Las lágrimas eran del tamaño de una arveja, se le veía la campanita, las muelas, toooodo de lo que lloraba. La agarró a upa Vane y me fuí sin darme vuelta. La muy degenerada miraba por la ventana y yo me sentí la porquería más grande del universo.
Quiero recalcar que la experiencia fue única: ver a Valen tan chiquita, pero taaan grande, cómo se desenvuelve en su jardincito, pero ese mar de lágrimas fue demasiado. Vicky me lo vaticinó y yo creí que estaba preparada; mas no.
Esos son los gajes del oficio; del oficio de ser tía. Una experiencia inigualable. ¡Gracias, Valen, por dejarme compartir ese momento con vos!