Buscar este blog

domingo, 23 de octubre de 2011

Madre hay una sola

Todos alguna vez hemos atravesado la grata experiencia de comprar el regalo del Día de la Madre. A mí me tocó nuevamente, como todos los años, como hace unos cuantos años. En esta oportunidad, arrancamos quien les escribe, hermana y sobrina a un conocido shopping para aprovechar los generosos descuentos que los bancos nos proveen. Por eso, sin muchos rodeos y casi sin pensarlo le dije a Vicky – mi hermana - ¡Vamos los jueves! Tenemos 25 % off, y fuimos nomás.
Luego de un día interminable de trabajo y casi finalizando la semana, allá me fui yo en el 105 a la casa de mi hermana. Llegué y Valen – adorada sobrina, aunque las presentaciones sobren – ya había tomado su mamadera al regreso del jardincito y ya estábamos las tres prontas para partir.
Ésta iba a ser toda una aventura por motivos varios: hermana manejaría conmigo de copiloto hasta el mencionado shopping; encontrar un regalo para mamá no es tarea sencilla, no, claro que no; el lugar iba a estar claramente atestado de mujeres frenéticas en busca del mejor regalo para sus madres o para ellas mismas; personas del género femenino con extensiones de tarjetas de sus maridos haciendo estragos y aprovechando el descuento. El panorama era más que desalentador pero la obligación estaba. Sin embargo, sabía que todo este sacrificio, casi apostolado, iba a tener su recompensa más tarde.
Entonces, sin más vueltas, niña de la manito y tarjeta en cartera salimos en busca del regalo. Hermana al volante, sobrina en sillita, Dolores de copiloto. Ni sé por dónde fuimos pero sí sé que estuve muy tranquila durante todo el viaje pese a la desconfianza de mi cuñado cuando su mujer – mi hermana – maneja. La niñita comenzó a serruchar a las pocas cuadras con lo cual deduzco que también estaba confiada. O es lo suficientemente inocente como para reconocer quién es un peligro y quién no lo es al volante.
Finalmente, luego de sortear colectivos, taxis, transeúntes y demás yerbas llegamos victoriosas. ¡Ahora sí empezaba lo difícil! Debo reconocer que el lugar podría haber estado mucho más repleto. Primer objetivo: regalo de Mamucha. Dimos una pequeña vuelta y nos encontramos – como enviada por el Mesías – una bermuda. Tacle directo a la vendedora y la pregunta: “¿tenés en otro color que no sea blanco?” Por suerte había y acompañamos con remera muy bonita. Después vino la charla de logística: “pago yo que tengo el descuento”, “¿en cuántas cuotas?” Y así terminamos en unos veinte minutos la transacción, que demoró más de lo previsto por problemas del sistema; siempre problemas del sistema.
Ahora la segunda parte: comprar el regalo de mi hermana; ella para ella. Quería una cartera y fuimos por la cartera. La dejé tranquilamente eligiendo mientras yo jugaba/ cuidaba a Valen. Debo admitir que esa criatura – loca y todo como es – se portó de maravillas. Eligió su cartera, la convencí de que yo pagaba con el descuento porque la muy desquiciada la hubiese abonado en su totalidad cuando podía pagar casi $ 200 menos. Transacción número dos completa; hora de un merecido refrigerio.
Sí, me pudre comprar este tipo de regalos; más con descuentos pero si no es de esta manera, juro que no los compro. Sin embargo, todo tiene su recompensa. La mía: haber pasado la tarde con mi hermana y pasear, jugar y divertirme con Valen – la luz de mis ojos.
Podría seguir escribiendo; podría colgar miles de videos y fotos. Hoy elijo dejar este. ¡Gracias, pequeña de ojos vivaces! Ser tu tía es un placer. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario