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domingo, 20 de noviembre de 2011

What if…?

La última vez que vi a Tati, mi abuela, fue el 25 de junio de 1994. Estuvimos juntas durante casi 14 años; nos despedimos en tan sólo quince minutos.
Ella tenía un modo muy dulce de comunicarse conmigo; era inteligente, y tenía una paciencia infinita. Cualidades que yo misma dudo de poseer. Sin embargo, voluntad, terquedad e impaciencia me caracterizan. Muy opuestas, es esa la razón por la cual éramos tan unidas.
Solíamos pasar largas horas hablando, me encantaba ayudarla a cocinar; disfrutábamos la una de la otra. Siempre hubo un sentimiento muy especial entre nosotras dos que era difícil de explicar con palabras. Nadie más que nosotras dos pudimos sentirlo.
Yo le contaba historias graciosas; ella me escuchaba alegremente. Ella me hablaba de la muerte;  yo la evadía. No peleábamos casi nunca, pero sí cuando ella sacaba ese tema. Un día Tati me dijo: “el día que yo me muera, vos vas a ser la persona que más sufra”. A esto no respondí nada, simplemente la abracé, le di un beso y me largué a llorar.
Ésto fue unos meses antes de su muerte. No sé cuánto sufrió el resto; sí sé que yo la pasé muy mal. Ya pasaron 17 años y a veces me pregunto cómo sería mi relación con ella, qué actividades compartiríamos, de qué hablaríamos, cómo sería tenerla todavía en mi vida.

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