Tener menos cintura que un pollo, tener una cintura de avispa, tener más o menos cintura política. Ése fue mi objetivo informal para este segundo semestre de 2011: esa virtud que nos permite actuar de una manera políticamente correcta en determinados contexto o situación.
Al parecer, yo no tenía y con el tiempo la fui adquiriendo. Me delataban mi falta de paciencia, mis expresiones de fastidio, mis respuestas secas y tajantes. Actitudes que atentan con la noción de buen trato al cliente y premisa de calidad que fomenta el banco.
Pero siempre que llovió, paró. La semana pasada un sector muy especial del banco – y cuando digo especial quiero decir chato, corto, con poco vuelo propio – me pidió modificar una presentación en Power Point. Accedí casi inmediatamente aunque no puedo entender que nadie pueda manejar esa herramienta.
Y ahí estaba yo para ayudar con mis modestos conocimientos. Una vez que estuvo finalizado, vinieron a hacer unas últimas modificaciones y con una sonrisa y tono amable corregí y despedí a la persona en cuestión.
Acto seguido, MCS me felicitó por mi buen trato y mi buena predisposición con gente que tiende a exasperarme. Vivo este hecho como un doble logro: por un lado, Marina me felicitó por algo bien hecho esta semana; por el otro, mi cintura – aunque política - se va afinando y eso es bueno para el verano
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