Ivan Petrovich Pavlov fue un fisiólogo ruso que llevó a cabo numerosos estudios basados en el Condicionamiento Clásico. Pavlov acuñó el término secreciones psíquicas, es decir, “las producidas por las glándulas salivales sin la estimulación directa del alimento en la boca”. Este fisiólogo llegó a la conclusión que cuando “en la situación experimental un perro escuchaba las pisadas de la persona que habitualmente venía a alimentarlo, salivaba antes de que se le ofreciera efectivamente la comida; no obstante, si las pisadas eran de un desconocido, el perro no salivaba”.
Bueno, yo no soy Pavlov; disto mucho de serlo porque para empezar soy argentina, no rusa. Valen mucho menos se la puede considerar un perro. Sin embargo, ella me hizo acordar a este fisiólogo y a este experimento. Obviamente, todo dentro de un marco familiar y nada experimental.
Hace unas cuantas semanas, estábamos cenando en la casa de mi abuela como comúnmente hacemos una vez por semana. No recuerdo con detalles qué sucedió ese día pero sí recuerdo que la pequeña estaba particularmente pesada: caprichosa, no quiso comer, no se quedó sentada y caminó durante toda la cena. Su tía, o sea, yo estaba bastante cansada y con pocas energías para tolerarla. Cuando mi paciencia llegó a su límite, me levanté de la mesa y le propuse ir a buscar el postrecito. Nota de color: en casa de mi abuela puede faltar cualquier cosa menos el jugo Cepita o el postre “para la nena”.
Allí fuimos a la cocina en busca de algún Shimmy, Danonino o dulce de Batata. Espontáneamente, nació un juego. Ella paradita enfrente mío; yo atrás de la puerta de la heladera abierta. Entonces, yo sacaba cualquier alimento y le preguntaba si quería eso que le ofrecía pero que no era su postre. Valen contestaba con un musical “nooooo”.
Eso fue todo. Finalmente, llevó su Shimmy a la mesa y ahí terminó. Hace unos quince días fuimos nuevamente a cenar a casa de mi abuela. Comimos empanadas, improvisamos un jugo porque esta vez no había y…el momento del postre. Dado que habíamos ido de compras a la tarde con Valen y mi hermana, y hacía un calor desmesurado, realmente estaba cansada. Valen también, pero eso no fue motivo para ir a la cocina en busca del postre y jugar un rato. De la manito me llevó, se paró en el rinconcito predeterminado y comenzó la diversión.
Mi pequeña no es el perro del experimento de Pavlov; pero sí es muy estructurada y, lo que para mí fue algo de un momento, ella lo internalizó como parte de la cena.
come here from Malaysia.. =)
ResponderEliminarHello, Mohd Hafifi. Best of luck from Buenos Aires, Argentina
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