Hace tiempo ya que me dicen que tengo una memoria prodigiosa, envidia de varios. Para mi tía Ale, soy “Funes, el memorioso”. Datos curiosos y no tanto, información relevante y de la otra, detalles con y sin sentido son diariamente almacenados en mi memoria. La de los elefantes, creo, es un poroto al lado de la mía. Y hoy, esa sospecha llegó a su punto cúlmine.
Siguiendo mi rutina semanal, hoy miércoles me levanté temprano y cumplí con mi hora sagrada de natación. Luego de la clase, vino el baño-ablande a los tiros, me vestí y salí a tomar el 130 nuestro de cada miércoles. Inusitadamente, llegó casi sin demora y casi sin pasajeros, y yo más feliz que niño en Navidad me fui con todos mis bártulos a acomodarme en un asiento individual.
En la segunda parada, subió un hombre de unos cuarenta años. Todo indicaba normalidad salvo por el simple hecho de que enseguida le vi cara conocida. El susodicho se acomodó en un asiento doble a la misma altura de donde me encontraba yo. Gracias al avance de la ciencia, a mi oftalmólogo y a la cirugía láser que hace tres años me corrigió un astigmatismo machazo, pude alcanzar a ver la tarjeta de acceso que llevaba prendida de su cinturón. Sí, esas tarjetas identificatorias que varias empresas utilizan para permitir el ingreso y salida de sus empleados al edificio de la compañía. La misma rezaba “Pluchinotta, Leonardo”.
¡Pero, claro! El condenado éste era – en realidad, sigue siendo – el padre de un alumno que tuve allá lejos por 2008. ¡Sí, señores! Hasta ahí llega mi memoria. No sólo recordé la cara, recordé el nombre de mi alumno – Marco, cómo para olvidarlo – sino que también recordé que este buen hombre trabajaba en Telmex y ahora su tarjeta era de Claro. ¿Alguien puede entender este lujo de detalle? ¿Para qué me sirve? ¿Por qué mi ya agotado cerebro se empeña en guardar estos datos que a nadie le importa y que, claramente, de poco o nada me sirven?
Esto hoy puede resultar anecdótico, simpático inclusive. Sin embargo, cuando llegue a una edad más que respetable, esa edad en que te acordás de lo que hiciste allá por 1930 cuando tenías 10 años y tu abuela te daba vino caliente antes de ir a la escuela, pero no te acordás qué almorzaste ese día este problema va a ser bastante más grave creo yo y un rígido de 5TB (cinco terabytes) no me va a alcanzar para archivar toda la data que fui almacenando con el correr de los años.
Juro que me propongo, hablo conmigo misma, le hablo a mi cerebro y trato de convencerlo que si es astuto va a dejar ir este tipo de información pero no hay caso. Estoy empezando a creer que tengo que idear una manera de poder eliminar la información irrelevante almacenada de tanto en tanto. Algo así como desfragmentar el rígido cuando la compu anda lenta como una carreta. Si alguien sabe de algún método sin tener que caer en una lobotomía, tenga a bien comunicarse por mail, sms o comentario en algún post que será más que agradecido.
lo que se dice memoria al pedo jajaja
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