Salí del interrogante porque le envié la solicitud de amistad, mensaje mediante para cerciorarme de que no estuviera agregando a alguna asesina serial, una estafadora virtual o algo por el estilo.
Hace unos días, la volví a contactar por mail para hacerle una consulta turística porque está viviendo en Panamá con su familia.
De la época en que éramos maestra-alumna, ya pasaron veinte años. ¡A la pelota! A veces me cuesta creerlo pero sí, señores, pasó esa cantidad de tiempo. Y desde que la contacté que no dejo de tener flashbacks de aquellos tiempos.
Mi primer gran recuerdo fue mi conducta; mi pésima conducta. Queridos lectores, siento vergüenza de pensar en lo mal que me portaba en esos tiempos. Si mal no recuerdo, terminé ese año lectivo con aproximadamente cincuenta malas notas. Todas ellas, hacían referencia a los mismos actos de vandalismo: “Dolores fue observada por arrojar papeles”; “Dolores fue observada por conversar en clase”; “Dolores fue observada por contestarle a su docente”. Después si bien la sintaxis de las notas cambió, sólo fue para ahorrar tinta y optimizar el tiempo aunque el contenido de los llamados de atención eran medianamente iguales: “Observada por arrojar papeles”; “Observada por conversar en hora de lectura literaria”; “Observada por esto”; “Observada por aquello”, pero siempre observada por alguna macana.
Los años pasaron, veinte en total. Ya no tengo cuaderno de comunicaciones, mamá ya no pregunta si tiene que firmar alguna mala nota al llegar del trabajo, ya no está Gilda llamándome la atención a diario. Algunas situaciones cambiaron; no muchas, no se crean. Ahora el lugar de Gilda lo ocupa Marina, no tengo cuaderno donde plasmar los llamados de atención, sólo tengo reprimendas orales, pero las observaciones continúan. Ahora son por lanzar vituperios indiscriminadamente al aire en la oficina, poner cara de pocos amigos a cuanto chitrulo me saca de mis casillas por preguntar obviedades o sinsentidos.
Me sigo asombrando de estos veinte años; me sigo asombrando de que pasaron los años pero las mañas quedaron. Mañas un poco cambiadas, contextualizadas a mi realidad actual pero mañas al fin.
PD: en esta foto, estaba comenzando preescolar; acá sí era buena, callada y sumisa. La debacle sucedió 6 años después, pero la foto lo vale.
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