Una fría mañana de junio de 2003, en medio de una Gastritis, descubrí mi primera cana. ¡Qué momento más duro! La vida me estaba cacheteando por partida doble: no sólo me dolía el estómago hasta doblarme en dos, sino que mi cabeza estaba dando cuenta del paso del tiempo por medio de las canas; esos indeseables cabellos blancos.
Alguna otra mañana, tarde o noche, fría o calurosa, de algún otro año ese maldito pelo se había reproducido en mi oscura cabellera. Al principio, se mantenían escondidas en las capas inferiores de mi melena. Con el tiempo, un par de las más atrevidas nacían sin tapujos en la coronilla de mi cabeza, y tan derechitas las muy descaradas que parecían cualquier cosa menos un pelo; llegué a pensar que la Ley de la Gravedad no tenía efecto en esos incipientes cabellos blancos.
Ya estamos casi mediando el primer mes de este nuevo 2012 y las muy rebeldes no me dan tregua. Las veo a lo largo de mi cabellera, en la coronilla, en las capas inferiores, en el flequillo, y hasta en las cejas y el bozo. Ésto sí que fue un baldazo de agua fría: un pelo blanco en el entrecejo y los bigotes. ¡Sunescándalounabuso!
Como si fuesen pocas las decisiones que no puedo tomar – dónde y cuándo irme de vacaciones, sacar o no el pasaporte, comprar o no un ventilador de techo – ahora también me tengo que ocupar de resolver cuestiones como si teñirme o no, qué color elegir, lo hago yo o con la ayuda de algún alma caritativa como ser mi prima Rochi o mi amiga Sole, o pago un peluquero para tales fines. ¡Esto es demasiado! Otra vez, las canas serán tema de diván. A veces pienso que para Ana (Leticia Palacio, aka la psicoloca) tenerme a mí de paciente es como un Spa. ¡Debe haber tanto loquito que entra y sale de su consultorio con temas más graves que las canas! Pero, en serio, público lector, es un tema que me quita el sueño, que me paraliza, que me cuesta resolver.
Me cuesta encontrar la salida porque me niego a caer en la rutina de teñirme cada 3, 4 o más semanas; me niego a tener que ver cómo se ensanchan las raíces; me niego, simplemente ME NIEGOOOOOO. Juro por Dios, Alá, Adonai y Lucifer que la pilotée hasta cuanto pude. Me puse tope máximo los treinta; pasé los treinta triunfalmente y llegué a los treinta y uno invicta; encontré el cloro de la pileta como aliado para no recurrir a la tintura; lo probé todo. Sin embargo, como el Reduce Fat Fast de Jorge Hané o los Easy Step, los milagros no existen y para este caso tampoco. Si querés deshacerte de los rollos, cagate de hambre y mové las cachas; si querés disimular al enemigo blanco, teñite vos, tu prima, tu amiga o dejá parte de tu sueldo mensualmente y colaborá con la economía del bendito peluquero a cambio del servicio prestado.
Las muy degeneradas siguen apareciendo y me siguen recordando a diario el hostil paso del tiempo; me siguen recordando que tendré que pedir ayuda aunque no quiera; me siguen recordando la fiaca que me da todo esta franela de la tintura. Las muy descaradas repiten a diario por medio de su presencia que...me tienen rodeada.
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