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miércoles, 11 de enero de 2012

El vaso medio lleno

El día de la fiesta de fin de año del Banco, me junté con unas amigas antes de ir para La Rural a terminar el 2011 laboral a pura diversión.
Como pocas veces ese sábado no había hablado con mamá por teléfono en todo el día. Es por eso que unos minutos antes de salir la llamé para reportarme como suelo hacerlo casi a diario. A pesar de que ya era más de las 8 pm, no la encontré en su casa. Salí corriendo porque ya estaban reclamando mi presencia cuando me acordé de madre y decidí llamarla desde mi celular.
El teléfono sonó unas cuantas veces pero mamá nunca atendió; la llamé a su celular y tampoco tuve suerte. Me llamó poderosamente la atención que no estuviera ni en su casa ni en el celular.
Debo reconocer que me preocupé. Mamá no es la persona más saludable del planeta; de hecho es bastante “delicagadita” del corazón y los pulmones. Sin embargo, opté por no dejarme invadir por la preocupación. En el caso de que le hubiera sucedido algo preferí enterarme al día siguiente y poder disfrutar de la fiesta con mis amigos del trabajo. Y así fue como acuñé mi propia definición de optimismo: elijo ver el vaso medio lleno y pasarla bien.
¡Gracias, Mamucha, por llamarme dos minutos después y confirmarme que estabas bien!  

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