En septiembre de 2010 y después de tres meses de haber empezado a trabajar, el equipo de Capacitación de Banco Galicia sufrió algunos cambios. El pequeño grupo de Marina, Antonella y Mariana se vio modificado. Las dos primeras continuaron en sus puestos, pero a partir de ese momento Juanjo y quien les escribe éramos de la partida.
Cuatro personas, cuatro ópticas, cuatro matices diferentes para llevar a cabo una misma tarea. La heterogeneidad fue el condimento principal. Cada uno aportó lo suyo: Marina, entusiasmo y control; Anto, creatividad y paciencia; Juanjo, despite y alegría; yo, obsesión e impaciencia. Sin embargo, todos fuimos aprovechando las fortalezas del otro y cubriendo al de al lado en sus debilidades.
Sin quererlo, nos organizamos como una pequeña familia laboral. Mari, la mamá sobreprotectora y paciente; Anto, la tía copada que – a veces – pone límites; Juncito, el nene malcriado de mamá; y yo, la hermana mayor con síndrome de “hijo del medio” que se negaba a hacer las cosas que el nene no hacía porque no le divertían. Y así fue como un grupo de compañeros de trabajo recreó los roles de una familia por los pasillos y oficinas de Capacitación.
Compartimos muchos buenos momentos, laborales y de los otros. Implementación del nuevo portal de e-learning, re certificación, programa de liderazgo. Y dentro de los otros: fiesta de fin de año, jornada laboral en Tigre, almuerzos varios, algunos after offices, cumpleaños y recibidas sólo por nombrar algunos.
Tenemos afinidad, nos divertimos, somos diferentes pero nos complementamos, nos ayudamos, y hasta nos defendimos. El título de la unión hace la fuerza hace referencia a dos momentos muy divertidos.
Resulta que Marina tiene sobre su escritorio dos portarretratos rosa con las fotos de sus nenas: Carito y Juli. Un jueves gris, frío y aburrido Juan se acercó a Anto y a mí y dijo: “sería divertido poner las fotos de nosotros chiquitos junto con las de las chicas”. Ahí nomás se puso en marcha el plan. Cada uno llevó una foto de la infancia. Yo tomé un trozo de cartón, regla, lápiz negro y marcador rosa y al mejor estilo Utilísima improvisé los marcos para nuestras fotos.
El viernes fue el día de poner en práctica el plan. Marina volvió enojada de una reunión pero al segundo vio las tres fotitos adicionales y una sonrisa se le dibujó en la cara. Toda la oficina se acercó a ver nuestra “travesura” y a felicitarnos por la idea. Cerebro: Juanjo. Músculo: Dolo. Cómplice: Anto.
Hoy sucedió algo similar. Agasajamos a Mari con un almuerzo con motivo del cierre del año. Teníamos que devolver un poco de todo lo que nos dio: conocimientos, cariño, paciencia, regalos de sus viajes, comidas que ella misma invitó. Estaba todo preparado al detalle: menú, bebidas, sorpresa. De repente, suena mi teléfono:
J: “Dolis, ¿no te parece que tenemos que decorar el aula?”
D: “Dale. ¿Cómo? ¿Te parece que pongamos carteles con las frases más relevantes de Mari?
J: Genial.
Y ahí lápiz y anotador mediante me fui al escritorio de Juan y con Anto recopilamos unas ocho frases típicas de Mari. El objetivo fue diferente; la fórmula la misma: cerebro, músculo, cómplice. Y lo mejor es que después no sabemos bien cómo nace la idea pero sí sabemos que el resultado es GRANDIOSO.
En unos días, Anto pasa a otro equipo; por eso también el porqué del almuerzo. Por un lado, nos da tristeza. Por el otro, sabemos que es un desafío para todos y que…seguimos estando en los mismísimos lugares. Aun así, cerrar una etapa produce nostalgia. Hay algo que esperamos los cuatro: que esa creatividad, esa alegría y esa complicidad se expanda en el resto de los equipos. Sé que lo vamos a lograr porque la unión hace la fuerza. ¡Vamos por más!