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martes, 29 de noviembre de 2011

La unión hace la fuerza

En septiembre de 2010 y después de tres meses de haber empezado a trabajar, el equipo de Capacitación de Banco Galicia sufrió algunos cambios. El pequeño grupo de Marina, Antonella y Mariana se vio modificado. Las dos primeras continuaron en sus puestos, pero a partir de ese momento Juanjo y quien les escribe éramos de la partida.
Cuatro personas, cuatro ópticas, cuatro matices diferentes para llevar a cabo una misma tarea. La heterogeneidad fue el condimento principal. Cada uno aportó lo suyo: Marina, entusiasmo y control; Anto, creatividad y paciencia; Juanjo, despite y alegría; yo, obsesión e impaciencia. Sin embargo, todos fuimos aprovechando las fortalezas del otro y cubriendo al de al lado en sus debilidades.
Sin quererlo, nos organizamos como una pequeña familia laboral. Mari, la mamá sobreprotectora y paciente; Anto, la tía copada que – a veces – pone límites; Juncito, el nene malcriado de mamá; y yo, la hermana mayor con síndrome de “hijo del medio” que se negaba a hacer las cosas que el nene no hacía porque no le divertían. Y así fue como un grupo de compañeros de trabajo recreó los roles de una familia por los pasillos y oficinas de Capacitación.
Compartimos muchos buenos momentos, laborales y de los otros. Implementación del nuevo portal de e-learning, re certificación, programa de liderazgo. Y dentro de los otros: fiesta de fin de año, jornada laboral en Tigre, almuerzos varios, algunos after offices, cumpleaños y recibidas sólo por nombrar algunos.
Tenemos afinidad, nos divertimos, somos diferentes pero nos complementamos, nos ayudamos, y hasta nos defendimos. El título de la unión hace la fuerza hace referencia a dos momentos muy divertidos.
Resulta que Marina tiene sobre su escritorio dos portarretratos rosa con las fotos de sus nenas: Carito y Juli. Un jueves gris, frío y aburrido Juan se acercó a Anto y a mí y dijo: “sería divertido poner las fotos de nosotros chiquitos junto con las de las chicas”. Ahí nomás se puso en marcha el plan. Cada uno llevó una foto de la infancia. Yo tomé un trozo de cartón, regla, lápiz negro y marcador rosa y al mejor estilo Utilísima improvisé los marcos para nuestras fotos.
El viernes fue el día de poner en práctica el plan. Marina volvió enojada de una reunión pero al segundo vio las tres fotitos adicionales y una sonrisa se le dibujó en la cara. Toda la oficina se acercó a ver nuestra “travesura” y a felicitarnos por la idea. Cerebro: Juanjo. Músculo: Dolo. Cómplice: Anto.
Hoy sucedió algo similar. Agasajamos a Mari con un almuerzo con motivo del cierre del año. Teníamos que devolver un poco de todo lo que nos dio: conocimientos, cariño, paciencia, regalos de sus viajes, comidas que ella misma invitó. Estaba todo preparado al detalle: menú, bebidas, sorpresa. De repente, suena mi teléfono:

J: “Dolis, ¿no te parece que tenemos que decorar el aula?”
D: “Dale. ¿Cómo? ¿Te parece que pongamos carteles con las frases más relevantes de Mari?
J: Genial.
Y ahí lápiz y anotador mediante me fui al escritorio de Juan y con Anto recopilamos unas ocho frases típicas de Mari. El objetivo fue diferente; la fórmula la misma: cerebro, músculo, cómplice. Y lo mejor es que después no sabemos bien cómo nace la idea pero sí sabemos que el resultado es GRANDIOSO.

En unos días, Anto pasa a otro equipo; por eso también el porqué del almuerzo. Por un lado, nos da tristeza. Por el otro, sabemos que es un desafío para todos y que…seguimos estando en los mismísimos lugares. Aun así, cerrar una etapa produce nostalgia. Hay algo que esperamos los cuatro: que esa creatividad, esa alegría y esa complicidad se expanda en el resto de los equipos. Sé que lo vamos a lograr porque la unión hace la fuerza. ¡Vamos por más!

sábado, 26 de noviembre de 2011

Huellas en el alma

Hace una parva de años, entendí que el Traductorado en inglés y yo no teníamos afinidad. En ese mismo momento, tomé la decisión de seguir mi verdadera pasión y comencé el Profesorado.
En 2010 y luego de mucho esfuerzo, obtuve mi tan ansiado título de Profesora Universitaria, pero ser docente es mucho más que eso. La docencia se siente, se ama, se vive. En mi caso, la docencia la llevo en los genes. Según los cálculos de mi abuelo Seoane – Tito – soy la quinta generación de maestras en mi familia y copié el modelo de mi abuela paterna.
Mi paso por la docencia fue corto pero intenso. En 2007, después de tres años con alumnos de 6º grado, decidí que era el momento de un cambio. Ese año Norah Victory y la comunidad del San Maximiliano Kolbe entraron en mi vida y dejaron su huella en mi alma para todo la vida.
Yo necesitaba un nuevo desafío profesional; el colegio una maestra de inglés para 1º y otra para 7º grado. Entre los grados superiores – 6º y 7º - no hay mucha diferencia. Los contenidos son casi los mismos; tratar con pre adolescentes de 12 o 13 años, no varía demasiado. En la entrevista, le pedí a Norah que necesitaba demostrarme a mí misma que podía enseñarles a esos pequeños que, apenas pueden con el castellano, estaban aprendiendo una segunda lengua. Prometí ser igual de buena y poner el mismo empeño sea cual fuese su decisión. Por suerte la convencí y accedió a darme 1º.
Aunque estaba feliz, ese primer día salí llorando: me dolía todo el cuerpo, la garganta, la dignidad. Sentí que no había estado en un aula; sentí que había estado en el zoológico. Esos no eran niños sino cachorritos que les tenía que enseñar todo.
Maxi no habló en toda la tarde, pero sí gateó por todo el aula toda la tarde. Lucho no escribió en el cuaderno, se atrasó, no me entendió ni una palabra y encima, me pedía que le acariciara las orejitas. Mateo habló incansablemente toda la tarde, no se quedó quieto y se metió en cuanto despelote hubo, dentro y fuera del aula. Éstos son los personajes más relevantes pero había unos 23 cachorritos más que manejar.
A las tres o cuatro semanas, ya estaban medianamente domados: formaban divinamente en fila, escribían en sus cuadernos (siguiendo las pautas neuróticas que yo misma les inculqué), se esforzaban por hablar en inglés, cantaban y aprendían.
A las tres o cuatro semanas, yo ya comencé a recuperar la dignidad perdida del primer día, a entenderlos y entender cómo comunicarme con ellos, y a darme cuenta de que algo bueno íbamos a lograr. Había tanto cariño, tanta diversión, tantos desafíos para todos que logramos mover montañas juntos.
Nuestra prueba de fuego vino casi a fin de año con el temido Concert. Pasamos el ensayo general con la frente bien el alto. El día del show, otra vez nos tocó brillar. Y digo nos tocó porque mis pequeños brillaron cantando y bailando; yo, yo brillé del orgullo que me generaron. Aplausos y felicitaciones fueron algunos de los halagos que recibimos ese día.
Con ese grupo de 2007 y el otro que me tocó en 2008 siento que me convertí en maestra. Alguna vez escuché – y no recuerdo de quién – que a la maestra de 1er grado nunca se la olvida y, si es buena, se la lleva en el corazón para siempre. Eso espero: haber dejado una huella en cada una de esas personitas. Sé que ellos dejaron la suya en mi alma.

Hoy ya no estoy más en las aulas. Cambié de rumbo pero la maestra siempre me acompaña. Y también me acompañan los hermosos recuerdos de todos y cada uno de mis alumnos. Además de la experiencia, esos dos años en el Kolbe me dejaron un grupo de padres que amo infinitamente, que me dieron todo su cariño, que me respaldaron, que trabajaron codo a codo conmigo para ver crecer a sus hijos. A ellos: ¡gracias! Por acompañarme, por confiarme sus tesoros más preciados, y por hoy – noviembre de 2011 – ser tan importantes en mi vida como allá por 2007. 

domingo, 20 de noviembre de 2011

Utilísimas tardes – Continuación

Hace unas semanas, tuve la suerte de concurrir a un curso para formación de instructores. Uno de los principales objetivos del taller es que los participantes “reconozcan las competencias clave del instructor y se ejerciten en el uso de las habilidades escénicas y de facilitación, y que puedan identificar sus propias fortalezas y áreas de mejora”.

Cuando vi la oportunidad, le pedí a mi jefa – Marina Claudia Sánchez o MCS para los amigos – de asistir. Me gustaría en un futuro no muy lejano ser facilitadora y, además, era la oportunidad ideal para rajar dos días completísimos de la rutina. Y así fue, pese a que la semana se veía complicada por migraciones y auditorías.

Es ahí donde surge mi duda existencial: ¿Marina me dejó ir para que mejorara en mis habilidades escénicas, en mi fobia a la exposición oral? (Post "Al César, lo que es del César) o ¿Necesitaba encerrarme en un aula mientras los auditores pululaban por las oficinas de Capacitación y así evitar que alguno de mis clásicos vituperios llegaran a los oídos de éstos? Aunque me inclino por la primera, sé que la segunda opción tiene mucho que ver.

Debo reconocer que el curso fue muy bueno: intensivo pero muy fructífero pese a mi experiencia docente, la instructora es muy recomendable, las dinámicas absolutamente llevaderas. Sin embargo, hubo una sola cuestión que me produjo malestar, incomodidad, deseos de no haber aceptado la invitación. Desde el minuto uno, Victoria – la instructora - nos comentó que a lo largo del taller nos iban a pedir que hiciéramos dos presentaciones orales frente a una cámara de cinco y diez minutos respectivamente. Ahí ya me empezó a surgir la duda de si había hecho una buena elección en insistir para que me dejaran hacer el curso. ¡Qué necesidad hay! Encima de que tengo que hacer dos presentaciones orales, ¿es estrictamente necesario que haya registro gráfico? Y bueno, fiel a mi estilo, opté por recurrir al nunca bien ponderado totoreto ya que "la vida no es esperar a que la tormenta pase, sino a aprender a bailar bajo la lluvia”.
Mi primera presentación consistió en enseñar cómo hacer una papa al horno, pero de una manera innovadora; no cualquier papa al horno. Fue así que, en poco menos de cinco minutos, mis compañeros de curso aprendieron a hacer una guarnición distinta a partir de este simple tubérculo.


El segundo día ya requirió de más tiempo, pero en esta oportunidad también, me volqué a las manualidades. En esta ocasión, elegí enseñar a hacer un florero con una bombita halógena quemada y un poco de alambre. El día anterior, llegué a mi casa, me teledirigí a mi caja de herramientas y seleccioné aquéllas que me servirían para llevar a adelante mi demostración.

Mi audiencia estaba muy interesada e intrigada de cómo se podía hacer una adorno con  materiales de descarte. Ya habían quedado fascinados con mi novedosa guarnición y estaban ávidos de más. Acá les acerco una imagen del objeto en cuestión ya terminado.


La frutilla del postre son los videos de las dos presentaciones. Ante todo, mi intención fue no hacer papelones. No me gusta tanta exposición, no me siento segura. Sin embargo, si no queda más remedio lo hago pero a mi manera, como Frank. Practicidad, claridad y comicidad fueron mis consignas para lograr un excelente feedback y felicitaciones de la instructora.  


What if…?

La última vez que vi a Tati, mi abuela, fue el 25 de junio de 1994. Estuvimos juntas durante casi 14 años; nos despedimos en tan sólo quince minutos.
Ella tenía un modo muy dulce de comunicarse conmigo; era inteligente, y tenía una paciencia infinita. Cualidades que yo misma dudo de poseer. Sin embargo, voluntad, terquedad e impaciencia me caracterizan. Muy opuestas, es esa la razón por la cual éramos tan unidas.
Solíamos pasar largas horas hablando, me encantaba ayudarla a cocinar; disfrutábamos la una de la otra. Siempre hubo un sentimiento muy especial entre nosotras dos que era difícil de explicar con palabras. Nadie más que nosotras dos pudimos sentirlo.
Yo le contaba historias graciosas; ella me escuchaba alegremente. Ella me hablaba de la muerte;  yo la evadía. No peleábamos casi nunca, pero sí cuando ella sacaba ese tema. Un día Tati me dijo: “el día que yo me muera, vos vas a ser la persona que más sufra”. A esto no respondí nada, simplemente la abracé, le di un beso y me largué a llorar.
Ésto fue unos meses antes de su muerte. No sé cuánto sufrió el resto; sí sé que yo la pasé muy mal. Ya pasaron 17 años y a veces me pregunto cómo sería mi relación con ella, qué actividades compartiríamos, de qué hablaríamos, cómo sería tenerla todavía en mi vida.

lunes, 14 de noviembre de 2011

¿Cintura de avispa o cintura política?

Tener menos cintura que un pollo, tener una cintura de avispa, tener más o menos cintura política. Ése fue mi objetivo informal para este segundo semestre de 2011: esa virtud que nos permite actuar de una manera políticamente correcta en determinados contexto o situación.

Al parecer, yo no tenía y con el tiempo la fui adquiriendo. Me delataban mi falta de paciencia, mis expresiones de fastidio, mis respuestas secas y tajantes. Actitudes que atentan con la noción de buen trato al cliente y premisa de calidad que fomenta el banco.

Pero siempre que llovió, paró. La semana pasada un sector muy especial del banco – y cuando digo especial quiero decir chato, corto, con poco vuelo propio – me pidió modificar una presentación en Power Point. Accedí casi inmediatamente aunque no puedo entender que nadie pueda manejar esa herramienta.

Y ahí estaba yo para ayudar con mis modestos conocimientos. Una vez que estuvo finalizado, vinieron a hacer unas últimas modificaciones y con una sonrisa y tono amable corregí y despedí a la persona en cuestión.

Acto seguido, MCS me felicitó por mi buen trato y mi buena predisposición con gente que tiende a exasperarme. Vivo este hecho como un doble logro: por un lado, Marina me felicitó por algo bien hecho esta semana; por el otro, mi cintura – aunque política -  se va afinando y eso es bueno para el verano

viernes, 4 de noviembre de 2011

Anotate unos porotos

Famosas son las diferencias entre hombres y mujeres. Existen disertantes, exposiciones, debates, lo que se les ocurra en relación a este tema.
Yo no voy a exponer; sólo quiero hacer una salvedad. Acá les acerco un tip, un dato útil para ustedes, hombres, argentinos o de cualquier otra nacionalidad.
Para ganarse unos porotitos durante la conquista, es imprescindible que – siempre y cuando la ley lo permita – manejen. Llevar a pasear a una chica sin automóvil propio o prestado y recurrir al transporte público o semi-público les quita puntaje.
Invitar a una mujer a salir y no tener movilidad propia es como el Facebook o, el ya obsoleto MSN, sin foto.
Sí, lo sé: es creerlo o reventar. Sin embargo, es así. Tómenlo o déjenlo pero es la cruel realidad.
Jony, si querés que seamos primos políticos, prometo hacer mi parte pero esmerate y sacá el registro. Y recordá: cocodrilo que se duerme, termina billetera.


Noticias desde acá abajo

Querido Tito:

                   Hace ya bastante tiempo que no estás con nosotros y creo que es hora de ponerte al día con lo que fue sucediendo acá abajo. Aunque siempre estuviste en mis pensamientos, sé que te tuve bastante olvidado. Debo admitir que el 2010 fue un año complicado pero ahora sí tengo muchas ganas de contarte cómo sigue la vida por acá.
                   Primero, tu última debilidad: Valentina. ¡Qué te puedo decir! Está enorme. En febrero empezó el jardincito y desde ese momento hasta la fecha lo que creció y maduró fue increíble. Es independiente, le encanta la música y bailar. Es curiosa y aprende con demasiada facilidad. La chiquita tiene su carácter, no te vayas a creer. Es simpática y graciosa pero cuando le salta la térmica, ¡agarrate, Catalina! Hace un tiempo noté que heredó algunos genes tuyos: el de la hiperactividad y el de la conversación. ¡Ah, no para! Hasta que no se duerme parada, no deja de jugar y moverse. En cuanto a lo otro, es re charlatana, se la pasa hablando o cantando o gritando. Qué te diga que es preciosa, no es ni novedad ni objetivo pero en serio lo es.
                   Después, Chichita. Obviamente, ella es la que más notó y nota tu ausencia. Igual quedate tranquilo porque entre todos la cuidamos y mucho. Papá y yo estamos pendientes de todas sus necesidades. Ahora tratamos de dejarla que maneje su independencia pero, en términos generales, todos estamos atentos.
                   Vicky trata de ir una vez por semana a Arredondo para que Chichis la vea a Valen. Ella es una de sus grandes alegrías. Encima la chiquita la nombra y la abraza con locura y Chicha se derrite. ¿Sabés que una de las primeras palabras que dijo fue “Chichita”? Ésa y “Sasha”.
                   Por mi parte, luego de un dificilísimo 2010 me fui a vivir sola. Por suerte, estoy contenta y muy tranquila. En tu casa estaba cómoda pero Chichita me estaba asfixiando un poco. Sé que lo hizo con su mejor voluntad pero necesitaba mi espacio. Debo reconocer que no extraño vivir en Arredondo; extraño no vivir más en tu casa con vos. Fueron seis meses muy duros pero siempre estuve muy satisfecha de estar a tu lado para cuidarte hasta el último momento.
                   Tu partida fue todo un suceso en mi vida. El 1° de abril me fui a trabajar como todos los días y a la hora y media de haber llegado me llamó Vicky y me dijo que te habían internado. Sabía que ése era el principio del final. Entré en pánico: estaba lejos, la combi no salía hasta una hora después. Mamá me pasó a buscar y me llevó a casa. A la tarde fuimos al hospital; yo necesitaba ir para decirte adiós. Como lo último que se pierde es la audición (al menos eso es lo que dicen), me acerqué a tu oído y te repetí varias veces “te amo, fuiste el mejor abuelo del mundo”. Después volvimos a casa y a las 5.20 am, Papá llamó para decirnos que te habías muerto. Él se quedó toda la noche con vos porque sabía que no llegabas a ver amanecer nuevamente y no quiso que te quedaras solo. ¿Viste cómo es Papá? En el fondo te adoraba y realmente tuvo un gran gesto en ese momento porque no quiso que estuvieras solo cuando murieras.
                   Fue difícil despedirte pero todos sentimos gran alivio de saber que ya no ibas a sufrir más. A mí me tocó decir las palabras de despedida. En el centro se les ocurrió la idea y a mí me dieron todos los números para decir algunas palabras. Fue sumamente difícil; muy movilizador decirte “Adiós”. En algún momento te voy a reescribir esas palabras.
                  Como podrás notar, todo sigue su cauce normal. Te extrañamos pero la vida siguió y sigue. Nunca te lo pude decir personalmente pero te quiero mucho. Te recuerdo con alegría y también te extraño un poquito. Sé que algún día nos volveremos a encontrar y nos contaremos todo lo que nos fue sucediendo.

PD: Las fotos elegidas son algunos de mis momentos favoritos con vos :)

jueves, 3 de noviembre de 2011

Gran enseñanza

Él es Nicanor Abate, Nica, Nicasio, Nicata de DT, como quieran llamarlo. Zoquete adolescente de 17 años que vive en Babia  - y no la comarca en la provincia de León, España – 363 de los 365 días que tiene el año.

Sin embargo, desde hace unos meses que no deja de sorprenderme en determinadas oportunidades con sus comentarios y reflexiones. No es que no lo crea capaz; simplemente que, como vive en una nube de pedos, me desconcierta cuando hace esos comentarios tan adultos y maduros.

El último, en relación al aborto. Creo fervientemente que estos temas no son para discutir ni en la sobremesa, ni en Facebook ni en ninguna otra red social. Son asuntos muy controversiales y específicos con lo que la estandarización tampoco es propicia. Sancionar una ley para despenalizar o prohibir una cuestión tan particular como cada embarazo es inentendible.

Me quedo con una imagen, su reflexión, su postura frente al aborto. Ni a favor ni en contra pero, claramente, esta foto expresa más que cualquier ley o que cualquier manifestación. ¡Gracias, Nica, por la lección!