Toda mi vida fui
María Dolores Seoane. En la partida de nacimiento dice eso, en el DNI, en el
pasaporte, en la licencia de conducir. Mamá y papá me hicieron creer eso a lo
largo de más de veintinueve años; hasta que comencé a trabajar en Banco
Galicia.
Allí un
papafrita decidió que todas las direcciones de correo electrónico tendrían la
siguiente estructura: primer nombre, punto, apellido, arroba, banco galicia,
punto, com, punto, ar. Algo así:
Sin embargo, el
muy iluminado no reparó en que más del setenta porciento de las mujeres
llevamos como primer nombre María: María Susana, María Victoria, María
Loquesea. En mi sector somos siete Marías. Una sola es María pura cepa; las demás
somos María Algo.
Y desde hace
casi dos años que sufro de una crisis de identidad. Me llamaban por teléfono y
me preguntaban mi nombre y yo balbuceaba “ehhhh, Do..., Mmm, María. María Seoane”
(como James, James Bond).
Me odiaba,
odiaba al que me preguntaba, odiaba al responsable en Sistemas de este moco sin
precedentes. Me preguntaba cuan estúpida la gente pensaba que era por no saber
mi nombre. Hoy, veintitrés meses después, ya puedo decir “María” sin dudar,
pero cada vez es mayor la cantidad de personas y lugares donde me llaman por mi
primer nombre, dentro y fuera del Banco.
Cuando me
efectivizaron, además de ese logro conseguí una D en mi dirección de mail:
maria.d.seoane. Ni aumento, ni promoción, ni un cuerno; sólo una mísera
consonante identificatoria. Aun así, la gente me sigue diciendo María. No
importa que tenga la D en la dirección, ni que la firma diga “Prof. María
Dolores Seoane”. No, no, nada de eso: María y punto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario