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miércoles, 16 de mayo de 2012

Dime dónde trabajas…


Corría el mes de marzo cuando una lumbalgia desfachatada me impidió ir a trabajar y me tuvo en cama un día. Como ya mi cuerpecito venía dando señales de molestias varias, el día anterior tuve consulta con la reumatóloga que, con mucho criterio, me mandó a hacerme un espinograma y una radiografía panorámica.
Ya que no había ido a trabajar, después del mediodía tomé coraje y fui al centro de diagnóstico por imágenes que queda a unas cinco cuadras de casa. Allí iba yo, despacio y respirando hondo entre paso y paso para intentar que me doliera menos la cintura.
Llegué al centro de diagnóstico, tomé al ascensor y me dirigí a la recepción donde me iban a realizar los estudios. La persona encargada de este menester administrativo – un NN masculino él – toma las órdenes, me pide la credencial de la obra social, que firme en el reverso de la papeleta y toda esa información (que, por otro lado, nunca entendí para qué diantres la piden) que suelen solicitar.
Tomé asiento y esperé pacientemente mi turno. Sale una persona de un box, me llama y en menos de diez minutos el espinograma ya estaba hecho. Me vuelvo a sentar y no había terminado de sacar el libro que nuevamente escucho mi nombre. Esta vez era el turno del la radiografía panorámica. Mi pregunta fue ¿panorámica de qué y para qué? Ya se van a enterar.
Entro al consultorio, la médica me dice “seguime, María” (ésta también continua creándome un conflicto de identidad). La sigo obedientemente y me entrega un chaleco para que me pusiera por sobre mi ropa. Sin embargo, este chaleco no era nada normal. Digamos, en cuanto a fisonomía sí, pero pesaba una tonelada y media. Mis lumbares agradecidas… Me coloco el chaleco y me da una especie de forro de celofán que tengo que colocar en un dispositivo raro. Me dice: “abrí la boca y apoyá el paladar acá” (mientras señala el aparatejo). Nuevamente, sumisa y obedientemente, hice lo que me pidió y para mis adentros me preguntaba “¿Para qué… (complete la frase con el vituperio de su agrado) tengo que hacer una panorámica de la boca?” No hubo respuesta; tampoco pregunté, a decir verdad, pero el sólo hecho de tomar imágenes de mi boca no era compatible con el dolor lumbar. 
La incógnita se develó casi diez días después cuando volví a consultar a la reumatóloga con todos los resultados. Miró el espinograma, leyó el informe y me tranquilizó cuando dijo que estaba todo casi normal. Después analizó una resonancia que me había hecho en otra oportunidad. Finalmente, tomó la panorámica. ¡Ahhh! Momento sublime cuando vio todos mis dientecitos… Con cara de mezcla “¿me estás jodiendo?” y sorpresa me miró y me dijo “¿Y esto qué es?” Pobrecita, Dolores, con toda la candidez del planeta le dijo “Y ¿qué sé yo? Vos me mandaste a hacer una panorámica”. La respuesta fue merecedora de un Oscar: “sí, pero de cadera”.
La verdad me sentí una ignorante, una despistada por dejarme radiografiar sin controlar, pero en mi defensa quiero aclarar que no leí la orden, que no era mi obligación leerla y que no trabajo en el Centro de Diagnóstico Rossi como para tener que estar controlando qué y qué no me radiografían. 
También en mi defensa puedo mencionar que el recepcionista no era la persona más lúcida del planeta. Como si fueran pocos los conflictos con mi nombre, a eso le tenemos que sumar los embrollos que genera mi apellido. No es que sea ultrahiperarchicomplejo; en absoluto. Simplemente tiene tres vocales juntas y la gente cuando lo oye entra en estado de trance y no sabe cómo escribirlo. Por eso cuando me preguntó mi apellido dije “Seoane” y automáticamente comencé “S-E-O-A-N-E”. Nótese que la primera letra es la S: S de sandía, de susto, de ¡SALAME! Este NN – Natalia, Natalia o nabo, nabo – escribió en todas las órdenes Ceoane, con C: C de casa, de cuco, de corto (y no de estatura sino de mentalidad).
Ya sé: si fuese más iluminado, estaría dirigiendo el país y no ingresando órdenes en un centro asistencial, pero cada uno es responsable de su trabajo y de que salga lo mejor posible sea de la envergadura que sea. A mi hermana le digo (que todavía se descostilla de la risa cuando se acuerda de la anécdota): yo trabajo en Banco Galicia; lo que sucede en Rossi no es mi responsabilidad. ¡He dicho!

6 comentarios:

  1. Me sigo riendo!!!!!!!!!!! Vicky!

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  2. Veamos el lado positivo: generé risas al por mayor!! De nada; siempre para servirte

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. JODEMEEEEE!!!!! jajajajajajaa vos no sos más bolustrack porque no te da el tiempo, o porque en ese momento el dolor se había apoderado de tu sana razón .... pregunto ... siempre te llevas cosas a la boca sin preguntar nada ¿? me das ternura Mique!!!! La próxima plis juro que te acompaño así como una vez juré que iba a empujar tu silla de ruedas ... jajajaja te quiero cacatua desplumada!!!

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  5. Chaitrul: tendríamos que firmar un pacto de amigas en donde quede asentado que vas a empujar mi sillita de ruedas como prometiste por aquel entonces. Mirá que nos reímos con cada pavadaaaaa...jejeje

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    1. Y daleeee!!! Firmemoslo no hay problema jajajaja es verdad nos reímos de muchas boludeces ... ahora pensandolo mejor podría ser una sillita electrica así me acompañas en los fondos ... nana te lo imaginas!! :P

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