¿Se acuerdan del asesinato de San Vicente? ¿El de la mujer despechada que mató a su hijito, Tincho, para – según sus propias palabras – “cagar al padre”? ¡Cómo para olvidarlo! Todavía recuerdo la cara de colifata que tenía la señora en la foto.
Bueno, resulta que hace unos días iba hacia la oficina en el subte nuestro de cada día. Saqué el libro de la cartera con toda la intención de sumergirme en la lectura cuando una amable congénere tomó la determinación de hablar por teléfono celular con su santa madre tooodo el recorrido (¡bah! No sé si todo pero sí unas cuantas estaciones). La cuestión es que la mujer le decía a su madre: “Ay, mamá, pero son todos iguales; son de terror, no les importa nada ni nadie”. Se podrán imaginar que no la iba a interrumpir y preguntarle de quién o qué hablaba, pero ya que su tono ofuscado y su interrogante interrumpieron mi lectura, no me hice demasiado problema y me dediqué a seguir la conversación e intentar descifrar de quién hablaba. ¿Quiénes son todos iguales? ¿Los hombres? ¿Los bichos bolita? ¿Los japoneses? (Sí, sí, sí. No se hagan y me acusen de racista, pero los muy degenerados son todos iguales). Mas no, los niños de hoy en día son todos iguales según esta señora.
Al parecer, había ido con su hijo a una farmacia a aplicarse una inyección y comenzó a sentirse mal. Y la criatura, en vez de solidarizarse con su agonizante madre, se portó para los diez mil demonios. Tanto fue así que la farmacéutica aplica inyección le llamó la atención al querubín y le pidió que se comportara porque su madre se sentía para el cuerno. Caso omiso, hizo el delincuente este, por supuesto.
Mientras la madre seguía despotricando contra su hijo y su generación de que “es la culpa de los dibujitos y de los juegos con sus compañeros” y de que ya no sabía cómo manejarlo, en mi fuero interno pensaba “este cristo termina boleta como el de San Vicente”. (Nota de color: la muerte temprana de esta blanca palomita no me importó tanto como el post en el blog que me iba a mandar). Acto seguido la mujer le comenta a su madre “¿Viste el chiquito de San Vicente?” Ahí me dije “cagó el pibe”. Después de este perturbador comentario, madre e hija intercambiaron algunas palabras más y se despidieron al son del “sí, bueno, después hablamos más tarde”.
Cómo habrá terminado esta historia, ¿quí lo sa? Me tranquiliza saber que no salió en las noticias el caso del chiquito asesinado en el barrio de Belgrano por madre recientemente inyectada o asesinato en farmacia de Belgrano. Eso me deja respirar más fluidamente pero estoy alerta y sigo diariamente Crónica TV.
Digan y piensen lo que quieran, llámenme negativa si lo desean, pero después no digan que no avisé. Esto es un hecho verídico y sucedió en la línea D del subte. No sé qué podrá suceder pero, por las dudas, dejó plasmado aquí este llamado de alerta.
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