Buscar este blog

lunes, 23 de abril de 2012

Duda existencial


¿Seré especial? (Para utilizar un término políticamente correcto) ¿Seré superdotada? (Lo dudo seriamente) ¿Estaré más trastornada de lo que pensaba? (Esa posibilidad se acerca más a la realidad).
El tema es que ahora...sueño en inglés. Sí, sí, así como lo leen. Así de bilingüe soy. Ya a esta altura ni recuerdo su contenido pero sí que tenía una conversación con algún otro delirante que le daba bola a mi subconsciente pero en inglés. Qué nivel ¿verdad? Lo que no termino de deducir es si el nivel es de cultura o de locura.

domingo, 22 de abril de 2012

I didn’t see this coming


Estoy preocupada. Recuerdan la señora del subte, su hijo y la farmacéutica, el niño asesinado de San Vicente. Y ahora, la madre, la loca, la filicida es suicida. Sí, así nomasito como lo leen. Se ahorcó la muy colifata. Quiso “cagar al padre” pero cagó el chiquito y después…cagó ella misma. ¡Ay, mi Dios, esta gente!
Miren que hay locos, conozco varios, soy una de los integrantes de ese grupo no tan selecto. Sin embargo, me di cuenta de que soy de los locos lindos; casi inofensivos podríamos decir.
Bueno, estemos atentos a los mismos titulares del post anterior pero ahora busquemos en Crónica algo de madre recientemente inyectada que se suicida o suicidio en farmacia de Belgrano o algo similar. No sé, por las dudas. Y otra vez: no digan que no avisé.

Fin del comunicado



sábado, 7 de abril de 2012

Todo vuelve en esta vida

Frases como “no le hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a vos”, “la vida es un boomerang” o “en la vida todo vuelve” son célebres y siempre están rebotando en la conciencia de la GCU (léase, Gente como Uno) que es buena y que se esfuerza día a día por ser mejor, y que intenta desesperadamente no caer en las tentaciones o imitar malos modelos.
Y hace unos días comprobé que es así: la vida te pasa factura. Sin embargo, ésta fue una divertida. Una noche como cualquiera otra dentro de mi rutina semanal, dejé preparada la mochila con las cosas para ir a nadar a la mañana siguiente. Cuando me estaba por acostar, me dije “mmm ese bártulo está muy en el paso” pero me negué a que mi neurosis me llevara a correrlo de lugar. Entonces, después de darle la espalda a mi locura, me acosté y se terminó la historia. En realidad, no se terminó sino que quedó en stand by hasta la madrugada. Cuando todavía no había asomado Febo, mi vejiga comenzó a anunciarme que necesitaba descomprimir. A regañadientes y con las luces de mi dormitorio y del baño apagadas me dirigí a responder a sus deseos. Hice todo lo que tenía que hacer y volví, casi como una autómata, a continuar con mi horario de descanso.
En el momento que atravesé la puerta de mi dormitorio – a oscuras, siempre a oscuras –  ¡PUM! patadón a la mochila. Pero esto no es todo: salí volando desde la puerta a la cama sin escalas. Y no me quejo porque aterricé en mi confortable lecho y no en el duro suelo. Todo transcurrió en una milésima de segundo: patada, vuelo con estilo, aterrizaje seguro y…vituperio desenfrenado “la puuuuuutaaaaaa madreeeeee”.
Una vez pasado el momento, en plena madrugada, me asaltó un ataque de carcajadas irreprimible cuando recordé las veces que mi querida madre – Doña Silvia Matilde Rovira (le antopongo el Doña porque le da aire de nobleza, aunque no tiene ni aire acondicionado) puteaba y reputeaba en el mismo momento de la madrugada luego de haberle apuntado a alguna de las dos valijas que mi hermana y yo llevábamos al colegio como un nueve habilidoso de algún gran equipo de fútbol. “Silvia sale de la cama atraviesa el pasillo de distribución, toma en dirección a la cocina, se enfrenta al sillón de un cuerpo, apunta y…“la puuuuuutaaaaaa madreeeeee”. Después, ya con Febo presente, continuaban otros vituperios más personalizados como “me cago en ustedes dos que dejan esas valijas de mierda en el medio del paso”. ¡Ahh, no sí! Esos eran despertares llenos de dulzura.
En ese momento no imaginaba que, años después, recordaría a las carcajadas esas mañanas a puro reproche. Sin embargo, hoy puedo decir sin que me tiemble el pulso que todo vuelve, lo bueno y lo malo. Y lo no tan malo también porque esto, en realidad, era un descuido de niños, pero les aseguro que me reí a lo grande. 

miércoles, 4 de abril de 2012

Muy buenas nuevas

¿Se acuerdan del colectivero nerviudo? Sí, ese que mencioné gentilmente y con una cuota extrema de represión en el post "Sr Colectivero, tóquese la nariz". Resulta ser que hoy lo volví a encontrar en el mismo bondi, en el mismo recorrido, por el mismo canal.
Hay buenas noticias, gente linda: el señor leyó mi post aparentemente y comenzó un tratamiento para controlar la ansiedad.
Sin embargo, no todo es color de rosa, no todo lo que brilla es oro. Claro que no. Todavía debe estar ajustando la dósis. Los que pasamos por estos avatares psiquiátricos sabemos que, al menos, los primeros diez días son de adaptación a la dósis. Y éste también es el caso de mi querido chófer público. Al principio veníamos bien, pero ya en la Av. del Libertador a la altura del Sheraton el tránsito se puso espeso y mi estimado arremetió con la bocinita y su característico "arribaaaa" sin piedad.
Démosle tiempo al señor y al resorvorio de ansiolíticos para que haga efecto y logre calmarse. Siga así, mi querido, que va bien; muy bien.

martes, 3 de abril de 2012

Haz lo que yo digo Y lo que yo hago

¿Quién alguna vez no citó esta frase? ¿Quién no fue testigo de personas – cercanas o no – que decían una cosa pero actuaban diferentemente?
Raramente diga A y haga B; soy loca pero consistente: si critico a las personas que fuman, no fumo; si te taladro la cabeza para que te cuides con las comidas o hagas deportes (por citar algunos ejemplos nomás), es porque antes también me cuido yo.
El otro día fue mi prueba de fuego. ¿Alguna vez mencioné lo salvaje que era de pequeña? Sé que algo de esa característica deslicé en algún que otro post. Sin embargo, no creo haber sido lo suficientemente veraz en esa descripción. En serio, gente, era una incorregible, pato criollo, una revolucionaria, una salvaje con todas las letras.
Aunque tenga miles de situaciones que ilustren este rasgo, me voy a atener a contarles que me rompí el tabique de la nariz por subir a donde no debía; me abrí el mentón por correr por donde no debía; me quebré la pierna por meterla en los rayos de la bicicleta, y la infecté por introducir una moneda dentro del yeso, claramente, donde no debía.
Entre otras tantas travesuras, también mi prontuario tiene registro de una cantidad innumerable de vueltas en la calesita de garrón. ¿Y cómo es esto? Muy sencillo: subía a la calesita y empezaba a caminar al revés.  De esta manera, el calesitero – Antonio (viejo cascarrabias como pocos) – no advertía de nuestra presencia (sí, yo era el músculo pero había un cerebro detrás de todo este plan macabro – María Victoria Fernández Löbbe, mi mejor amiga) hasta que nos mareábamos y terminábamos girando en el MISMO sentido que la calesita, y ahí nos corría a los gritos por sinvergüenzas. ¡Ahh, qué tiempos aquellos! Nuestra única preocupación era no ser enganchadas en esta travesura inofensiva.
Pero todo eso es historia, c’est fini! Ahora soy una persona adulta, con una niña quilombera dentro, pero adulta y responsable al final de cuentas. Por eso el sábado cuando llegamos con Valen a la misma calesita a la que yo iba, no me quedó más remedio que predicar con el ejemplo. Las condiciones estaban todas dadas. Por una lado, ahora me pregunto si no habría una cámara oculta para controlarme porque, ahora que lo pienso, fuimos Valen y yo solas. Alguien – entiéndase mi hermana o algún ser superior – podría estar tentándome para ver cómo actuaba y qué ejemplo daba. Por otro lado, es sabido que todos adooooraaannnn a la chiquita pero nadie se fuma los temas bajón de Xuxa si para eso está Dolito.
No obstante, prediqué y cómo con el ejemplo. Llegamos a la calesita y estaba meta dar vueltas con un niñito con cara de dopado sentado en los mismísimos carritos, caballitos y helicóptero de aquella época, pero la persona encargada no estaba a la vista. Me asomé al bunker de ventas y nada. Pensé “la subo a Pupu y después abono la vuelta”, pero me acobardé. ¿Y si la calesitera me retaba? ¿Y si no me creía que le iba a pagar? ¿Y si conocía mi prontuario de garronera de vueltas en calesita? Porque al fin de cuentas, esta señora es la viuda de Antonio y, tal vez, en alguna cena entre bocado y bocado dejaba deslizar su enojo con Vicky y con quien les escribe. Es por eso, que no me podía arriesgar y no lo hice. Estaba mi pequeña de por medio, mi reputación como tía y adulta responsable, y el concepto que ella tiene de mi en juego. Costó pero lo logré. La tentación fue grande, el deseo de vivir la adrenalina de subir gratis a la calesita fue una tentación que pude resistir. Eso sí: la presión fue casi insostenible. No sólo tengo la presión de la fama como la Mirtha sino que ahora también tengo la presión moral ante una blanca palomita en pleno desarrollo. 

lunes, 2 de abril de 2012

¡Y no digan que no les avisé!

¿Se acuerdan del asesinato de San Vicente? ¿El de la mujer despechada que mató a su hijito, Tincho, para – según sus propias palabras – “cagar al padre”? ¡Cómo para olvidarlo! Todavía recuerdo la cara de colifata que tenía la señora en la foto.
Bueno, resulta que hace unos días iba hacia la oficina en el subte nuestro de cada día. Saqué el libro de la cartera con toda la intención de sumergirme en la lectura cuando una amable congénere tomó la determinación de hablar por teléfono celular con su santa madre tooodo el recorrido (¡bah! No sé si todo pero sí unas cuantas estaciones). La cuestión es que la mujer le decía a su madre: “Ay, mamá, pero son todos iguales; son de terror, no les importa nada ni nadie”. Se podrán imaginar que no la iba a interrumpir y preguntarle de quién o qué hablaba, pero ya que su tono ofuscado y su interrogante interrumpieron mi lectura, no me hice demasiado problema y me dediqué a seguir la conversación e intentar descifrar de quién hablaba. ¿Quiénes son todos iguales? ¿Los hombres? ¿Los bichos bolita? ¿Los japoneses? (Sí, sí, sí. No se hagan y me acusen de racista, pero los muy degenerados son todos iguales). Mas no, los niños de hoy en día son todos iguales según esta señora.
Al parecer, había ido con su hijo a una farmacia a aplicarse una inyección y comenzó a sentirse mal. Y la criatura, en vez de solidarizarse con su agonizante madre, se portó para los diez mil demonios. Tanto fue así que la farmacéutica aplica inyección le llamó la atención al querubín y le pidió que se comportara porque su madre se sentía para el cuerno. Caso omiso, hizo el delincuente este, por supuesto.
Mientras la madre seguía despotricando contra su hijo y su generación de que “es la culpa de los dibujitos y de los juegos con sus compañeros” y de que ya no sabía cómo manejarlo, en mi fuero interno pensaba “este cristo termina boleta como el de San Vicente”. (Nota de color: la muerte temprana de esta blanca palomita no me importó tanto como el post en el blog que me iba a mandar). Acto seguido la mujer le comenta a su madre “¿Viste el chiquito de San Vicente?” Ahí me dije “cagó el pibe”. Después de este perturbador comentario, madre e hija intercambiaron algunas palabras más y se despidieron al son del “sí, bueno, después hablamos más tarde”.
Cómo habrá terminado esta historia, ¿quí lo sa? Me tranquiliza saber que no salió en las noticias el caso del chiquito asesinado en el barrio de Belgrano por madre recientemente inyectada o asesinato en farmacia de Belgrano. Eso me deja respirar más fluidamente pero estoy alerta y sigo diariamente Crónica TV.
Digan y piensen lo que quieran, llámenme negativa si lo desean, pero después no digan que no avisé. Esto es un hecho verídico y sucedió en la línea D del subte. No sé qué podrá suceder pero, por las dudas, dejó plasmado aquí este llamado de alerta. 

Casi una pro

Sí, es así: soy casi una escritora profesional. Si bien no tengo ningún material de mi autoría o plagiado editado, y debo tener sólo cuatro o cinco seguidoras (si se van enumerando entre ustedes, evacuamos esta duda, chicas), hoy creo que me puedo considerar profesional. Es lunes, 2 de abril, feriado, son las 03:58 am, y yo acá escribiendo porque el sueño decidió pasar de largo por mi casa. Así como Papá Noel o los Reyes Magos cuando te portás mal. Para matar el tiempo, me vine a la computadora a escribir. Me falta el vaso de Whisky (que no hay en mi casa), y el cenicero y el pucho (que menos que menos).