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lunes, 27 de febrero de 2012

Éramos pocos…

Sí, pero no parió mi abuela. Si así lo hiciera, no seríamos pocos; sería un milagro, sin mencionar tamaño avance tecnológico.
Resulta ser que en los últimos meses – más de doce, menos de veinticuatro – gracias a mi gran psicoloca, aka (léase also known as) Ana Leticia Palacio fui descubriendo una serie de datos asombrosos. Me fui descubriendo. A pesar de haber pasado toda mi vida conmigo misma, puedo afirmar sin titubear que no me conocía ni un poquito; era casi una ciencia oculta para mí misma. Casi dos años, meses, semanas, días y horas en esa silla más incómoda que los asientos cremita del subte y más dura que las gradas del Luna Park invertidos en autoconocerme.
Fue y sigue siendo un camino espinoso. Pasé por alegría, tristeza, angustia, parálisis, risa y llanto todo en el mismo consultorio. Descubro día a día cuáles son mis debilidades, cuáles son mis fortalezas, qué debo modificar, qué hago bien. Sigo comprendiendo por qué soy como soy, por qué debo cambiar, a quién me parezco y a quién debo imitar.
Es sabido que el gen Seoane pasó de generación en generación pero a mí me tocó un porcentaje más que generoso. De ahí proviene gran parte de mis traumas. De los más relevantes, puedo destacar la hiperactividad e impaciencia heredada de mi abuelo Tito, el orden – casi obsesivo en mi caso – imitado de mi Sr. Padre. De ambos tengo mucho; de ambos quisiera haber heredado las características más positivas.
El otro día, así, sin quererlo, sin buscarlo reparé en otro traumita. Resulta ser que mi padre, cada vez que se le pide que cuelgue un cuadro, repisa, estante o lo que sea, tiende a hacerlo siempre a dos metros sobre el nivel del mar; ahí mismo donde nadie alcanza nada. A menos, claro está, que estemos hablando de algún jugador de Básquet o el récord Guinness en altura. Sin embargo, mi padre no califica en ninguna de las dos categorías.
Fue así como el sábado, luego de casi doce meses, terminé de deshacerme de la última caja que quedaba de la mudanza. Debo reconocer que tenía puras pavadas como ser un aplique de luz y cuadros varios. Y así fue que martillo y clavos en mano, comencé a colgar uno a uno los marcos. Y siempre que presentaba el cuadro para ver cómo quedaba, nunca superaba el metro setenta y dos que acusó el centímetro en la última medición el pasado 16 de febrero de 2012. Siempre, siempre, siempre, casi indefectiblemente, el cuadro quedaba presentado a la altura de mis ojos y, posteriormente, colgado a esa misma altura. Ahí descubrí que cada vez que veo una foto, cuadro, estante o lo que sea que haya colgado mi padre, tengo que elevar el mentón unos diez centímetros hacia el norte para poder mirar hacia arriba.
Éramos pocos…y sí no parió mi abuela pero sí he descubierto un nuevo trauma, otro motivo más para pasar varias horas de mi vida en esa incómoda silla de cuero y dura como el hormigón más resistente. 

 Fotos recientemente colgadas y el piso está bastante cerquita

martes, 21 de febrero de 2012

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Read & Learn

Hoy te voy a explicar lo que es un regalo. Un obsequio, un presente o – como ya lo mencioné – un regalo es la “entrega de un objeto sin requerir algo a cambio”; es la “manifestación de afecto dirigido a otro”.
Personalmente, creo que un obsequio es eso: la “manifestación de afecto” hacia otra persona; decirte cuánto te quiero, cuánto pienso en vos y cuánto me importás a través de un objeto que por alguna razón me hizo pensar en vos; mucho más de lo que lo hago habitualmente.
En teoría, esto es un regalo. La práctica, obviamente, cambia. El hecho de hacer un regalo para mí encierra dos connotaciones. La persona que regala puede estar queriendo cumplir con una convención social o, simplemente, lo hace porque esa acción le genera placer y sabe que va a lograr el mismo efecto en la persona que recibe ese obsequio. Algo así como dar para recibir.
Adoro hacer regalos, pero sólo cuando están dentro de la segunda categoría. Regalar por cumplir con una convención social para mí no es regalo; es cumplir con una obligación como pagar las cuentas, ir a trabajar o no robar.
Bueno, ahora ya lo sabés. Te dejo un tarea: pensá qué hiciste en los últimos tiempos y podrás concluir qué tipo de regalo recibiste. ¡Lindo acertijo!



viernes, 17 de febrero de 2012

Para mí, simplemente Cloti

Hace unos poquitos días, Cloti nos dijo a todos “hasta pronto”. Perdió la pulseada contra el cáncer a pesar de todo pronóstico; pronóstico médico no, el propio porque ella hasta último momento batalló y le dio la espalda a las estadísticas y a las opiniones.
La verdad que si tuviera que describirla no tendría palabras. Pero no las tendría porque casi no la conocí. Había escuchado nombrarla, sabía que era una de las amigas de DT de mi tía Ale, pero hasta ahí llegaba mi conocimiento sobre ella. La primera vez que – conscientemente - la vi fue en la confirmación de Nicanor y Rosario, y me llamó la atención que una señora, que intuía que era amiga de Ale, me saludara. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue la peluca que llevaba puesta. Cuando finalmente mis neuronas hicieron sinapsis, me acordé que Cloti estaba recuperándose de un cáncer y deduje que era ella.
Algunos podrán pensar que esta enfermedad es cruel. Yo a veces también lo pienso. Perdí a mi abuelo de cáncer y lo vi desintegrarse. Y si bien el cáncer no fue - lo que se dice - bondadoso con ella, la vida antes le puso en su camino unas amigas tan pero tan gloriosas que estuvieron a su lado incondicionalmente hasta último momento.
Recuerdo llamar a Ale para hablar sobre las pavadas cotidianas y que mi tío me dijera “te llama en un rato porque están haciendo una cadena de oraciones por Cloti”. Y sí: este cachivache y sus amigas, cada una en su casa, se ponían a rezar todas por su amiga, a la misma hora, por el mismo canal. Juntas haciendo fuerza para lograr su recuperación. Y un poco lo lograron y además la acompañaban, se alegraban con sus progresos y se entristecían con sus recaídas.
En las últimas semanas, todas, algunas, las que podían, cuando podían, organizaban sus cronogramas diarios para pasar un rato a la tarde para visitarla. No sé quién es quién pero sé de Andrea y Marta (que son las que más conozco), Patsy, Lina, y algunas otras que las vi pero no puedo relacionar nombre con cara, que  también planificaban sus agendas y priorizaban dedicarle un rato a Cloti. Todas estuvieron a su lado hasta último momento, haciéndola reír, ayudándola a que las horas pasasen más rápidamente, a las carcajadas o más calladas los últimos días, viendo cómo comenzaba a despedirse.
Algo bueno habrá hecho Cloti en esta vida que tuvo tantas personas que la quieren y a la que le dijeron “hasta otro momento” con mucha tristeza. El lunes hablé con Ale y, la verdad, está hecha un perejil. ¡Mirá, Cloti, si habrás dejado una huella en la vida de esta mujer! Sabemos que es imparable, que es hiperquinética, que ni los dardos de Daktari o el Prozac consiguen bajarle las revoluciones a Ale. Sin embargo, ese día estaba triste y también un poco cansada.
Si les digo que casi no la conocía, no les miento; ni siquiera sé su apellido. Repito: para mí fue simplemente Cloti. Para Ale y sus amigas, también fue Cloti, su amiga. Cloti a la que cuidaron con ternura, a la que acompañaron en todo momento, a la que hicieron reir, con la que hicieron fuerza para que se recuperara.
Cloti, estás en un lugar más tranquila pero sabé que te fuiste de acá con lo mejor que te podías ir: tuviste y seguís teniendo las mejores amigas del mundo. ¡Ahora, a pasarla bien desde allá arriba!


martes, 14 de febrero de 2012

A pesar de todo, hago mi homenaje a SV

Una mañana agitada, a las 8:30, un señor mayor de unos 80 años, llegó al hospital para que le retiraran los puntos de su pulgar. El señor dijo que estaba apurado  y que tenía una cita a las 9:00 am. El doctor le pidió que tomara asiento, sabiendo que quizás pasaría más de una hora. Lo vio mirando su reloj y decidió examinar su herida. Mientras lo curaba le preguntó si tenía una cita con otro médico esa mañana, ya que lo veía tan apurado. El señor le dijo que no, que necesitaba ir al geriátrico para desayunar con su esposa. El doctor le preguntó sobre la salud de ella: él le respondió que ella hacía tiempo que estaba allí ya que padecía de Alzheimer. Le preguntó si ella se enfadaría si llegaba un poco tarde. Le respondió que hacía tiempo que ella no sabía quién era él, que hacía cinco años que ella no podía ya reconocerlo. El doctor sorprendido entonces le preguntó: 'Y usted sigue yendo cada mañana, aún cuando ella no sabe quién es usted?' El sonrió y le dijo:"Ella no sabe quién soy, pero yo aún se quién es ella y la amo." Al doctor se le erizó la piel, y tuvo que contener las lágrimas mientras el señor se iba, y pensó, "Ese es el tipo de Amor que quiero en mi vida. "El Amor Verdadero no es físico, ni romántico. El Amor Verdadero es la aceptación de todo lo que es, ha sido, será y no será en la vida". La gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo; ellos sólo hacen todo, lo mejor que pueden. La vida no se trata de sobrevivir a una tempestad, se trata de saber cómo BAILAR BAJO LA LLUVIA!!


PD: Simplemente, porque la historia es bellísima. Elijo pensar que es verdad.

sábado, 4 de febrero de 2012

Chichis 2.3.4 Gingerbread

El viernes 3 de febrero de 2012 es un día para recordar, una fecha que quedará marcada por el resto de la vida, un hito en la historia de la humanidad. Dentro de algunas décadas, algún presidente o presidentE argentino, vago de turno, ávido por encontrar días de ocio y relax sin fundamento de peso lo decretará feriado y conmemorará el día en que mi Sra. abuela – Angélica Noemí “Chichis” Cambas de Seoane – abrió una cuenta en Facebook (léase feisbuc).
Los libros de historia relatarán a posteriori el maravilloso logro tecnológico como una hazaña sin precedentes. En los días previos, contarán cómo Chicha se amigó con ese aparato estruendoso y desconocido para incursionar en el arte de jugar al solitario de una manera un poco más moderna. Esa estrategia fue seguida por la creación de una cuenta Gmail con el objetivo de acercar a la heroína a la tecnología 2.0 y de que dispusiese de la comunicación e intercambio de misivas del siglo XXI.
Sin embargo, los historiadores concordarán que este hecho impensado no terminó allí; no, señores y señoras (¡cómo impone esta muchacha el uso del masculino y el femenino!), dado que a los pocos días y sin causa letal aparente, Chichita tomaría la determinación de abrir una cuenta en Facebook. Los manuales relatarán la importancia de esta red social en la vida durante esos años. Tiempo después se sabrá que detrás de toda esta hazaña hubo una autora material: Nora Mabel Seoane (hija de la victoriosa prócer), cerebro de todo este movimiento en pos de la tecnología.
En relatos biográficos ulteriores, se contará cómo Chichis no sabía ni qué era una computadora, cómo se encendía, qué función cumplía en los hogares ni en las vidas de las personas. Describirían sin piedad que ni osaba acercase a la computadora, que desde hacía más de una década estaba en su casa, ni para pasarle un plumero.
Del mismo modo, manuales y estudios con un abordaje más social narrarían con detalles meticulosos la reacción de nietas y contacto de ésta ante tamaña novedad. Algún manual relataría la sorpresa inaudita de las susodichas al ver en sus notificaciones que su abuela les pedía solicitud de amistad; y hasta que una de ellas – de vacaciones con su prole en las proximidades de Río Hondo – intentó reprogramar su vuelta y ser testigo de un hecho tecnológico sin precedentes.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Catársis II

Siguiendo con la misma tónica de hacer descargos públicos por este medio voy a aprovechar la oportunidad de decirle a mi santa abuela:

Querida Chichis:


En el marco de los eventos desarrollados en la noche de ayer, si querés saber cómo y dónde están mi hermana (tu nieta), mi sobrina (tu bisnieta) y mi cuñado (tu nieto político), PREGUNTALES a ellos directamente.
Me molesta, me fastidia, me ROMPE SOBERANAMENTE LAS BOLAS, en términos más coloquiales, que me llames a MÍ para ver cómo anda mi hermana y su prole.
Gracias a Dios, a la virgen, a Lucifer, a Bill Gates, a Steve Jobs y a algún otro chitrulo enfermito de la tecnología hoy contamos con celulares, computadoras, teléfonos de línea (no nos olvidemos de este obsoleto aparato que tanto esfuerzo le llevó a Graham Bell inventarlo;¡ no seamos ingratos, por favor!) para que puedas ponerte en contacto con Vicky y saber si están bien, si algún tifón se los llevó volando, si la están pasando bien en sus merecidas vacaciones.
Si querés hablar, si estás aburrida, si necesitás escuchar una voz familiar del otro lado del cable, me podés llamar y podemos hablar, hasta quizás podamos ir a tomar algo juntas pero para hablar de mí o, en el peor de los casos, del Centro de Jubilados, pero, bajo ningún punto de vista, voy a seguir fomentando esta conducta tuya de preguntarme a mí lo que deberías preguntarle a Victoria.


Sin más, te saluda muy afectuosamente.
Tu casi-absolutamente-intolerante nieta

Catársis I

Voy a hacer uso de este espacio para hacer catársis y dejar explícitamente asentado que:
1. me molesta astronómicamente que me cambies de planes tres veces por día.

2. no me siento cómoda con el hecho de que se autoinviten a mi casa. Si no lo hice, es porque no me surgió la necesidad de tenerte invadiendo mi espacio personal.

3. me cansa, me agota física y psíquicamente tener que complacerte y tratarte con delicadeza para que no te sientas herido. ¡Ya estamos grandes! Todos tenemos nuestros mambos psicológicos, pero yo no me puedo hacer cargo de tus rollos. Te sugiero un terapeuta; un profesional de la salud mental. Para eso ellos invirtieron pilas de años: para tener las herramientas necesarias para darte una mano o varias con tus traumas. Yo, por mi parte, agradezco a Dios y a Ana Leticia Palacio que puedo con los míos; que no son pocos por otro lado. Get over it! Desde el 2007 que me ponés en este rol (y yo me dejo, detalle no menor) y, sinceramente, mi paciencia llegó a su límite.

4. que se caguen en los demás (y ni te cuento si eso está íntimamente relacionado con invadir my inner space y cambiarme los planes a diestra y siniestra). Dejame que decida yo cuándo y quién entra y sale de mi casa.

Agradezco este espacio; este momento. Apreciaría sobremanera que se me respete. ¡He dicho!