Buscar este blog

lunes, 31 de octubre de 2011

Utilísimas tardes

Este post es para ustedes; sí, ustedes, padres con hijos en edad escolar. Especialmente, aquellos que concurren todavía al jardín de infantes o los primeros años de la primaria. A ustedes, les tengo una pregunta: ¿quién no ha leído una nota en el cuaderno de comunicaciones encabezada con el tan temible “Queridos papis”? ¿Quién no ha abierto el bendito cuaderno rojo un jueves o domingo a las 21.30 y se ha encontrado con un pedido estrafalario? Sí, todos han pasado por eso y, si todavía están invictos, ya van a caer.
Esas notitas, esos pedidos son geniales. Con ese “Queridos papis” sabés que te van a cagar la vida – o la noche – en cien pedazos. ¿Y por qué? Porque esos elementos que solicitan indefectiblemente no se encuentran ni en la librería de debajo de tu casa, ni en Easy (en el supuesto caso de que contaras con tiempo de sobra), ni en el corralón de materiales más cercano. No, no. La vida no es tan generosa. Para cumplir con las “seños”, la tenés que remar. Y ¿por qué no son fáciles de encontrar? Básicamente, porque son cosas de uso no convencional. Como ser: una cartulina violeta de 85 x 93,5 con lunares magenta y blanco; un cuaderno Rivadavia forrado de papel araña rosa viejo con renglones de 2,88 cm (¿dónde carajo se vieron cuadernos con este tamaño de renglones?), y así otras tantas.
Ahí empieza a funcionar una red solidaria entre prim@s, tí@s, abuel@s y vecin@s para que tu hij@ cumpla con las muy desgraciadas y que éstas no lo odien por ser el único infeliz que no llevó el elemento en cuestión.
Todavía recuerdo esos pedidos de mi época escolar. No sólo era la infeliz que las maestras odiaban – mi vieja SIEMPRE cazaba el bendito cuaderno a las 21.30 – sino que me la tenía que fumar puteando a los diez mil demonios, a las maestras, a Marengo y a toda la comunidad docente de mi colegio por pedir ese tipo de cosas inexistentes.
Una vez superada las puteadas de mi vieja, pensé que la vida volvía a ser justa; mas no. En la adolescencia me fumaba, pero por teléfono, a mi tía. La situación era inmejorable: vivían en Martínez, tenía tres delincuentes por hijos entonces no sólo te fumabas las puteadas sino que terminabas de hablar por teléfono con perforación del oído medio e interno después de que cagara a pedos a sus retoños sin apartar el tubo de tu oído.
Y luego llegó mi turno como la desgraciada, la cerda comunista que les iba a cagar la vida a los padres. Sufrí por no llevar lo que pedían, afronté el odio de mis maestras a pura garra, me banqué las puteadas de madre y tía, superé sorderas importantes y me decidí por la docencia.
Sin embargo, juré por Alá y todos los dioses que – como no iba a tener escapatoria – al menos cada vez que tuviéramos que hacer algún totoreto por el Día del Padre, Día de la Madre o de Empleada Doméstica, al menos ese adminículo iba a cumplir una función. Me negaba a invertir tiempo, dinero (de los padres) y salud mental (mía, al manejar a 26 demonios de 6 años) en hacer una cagada que quedara en el olvido en la cocina o la mesita de luz de los progenitores hasta que el pibe se olvidara y la niñera lo tirara sin piedad a la mierda.
Me propuse fervientemente reivindicar al totoreto. ¡Sí! Levantémonos en pos del totoreto. Hágamos pendorchadas de este tipo, pero que sirvan para algo. Así fue como mis alumnos y yo hicimos muchas buenas y útiles cosas: un posavasos para papá a partir de un CD viejo y una foto; señalador de libro para mamá; imanes con porcelana fría o Goma Eva y una foto de mamá. Siempre creaba yo misma mi propio totoreto y después lo hacía con mis alumnos. Así fue que mamá y papá tuvieron regalos modestos y hechos a mano mejores que los que les hacía cuando era chica.
Me acuerdo que me hicieron hacerle a mamá un florero que era la cagada hecha objeto. Una tapa de shampoo, plastilina y flores secas. Utilidad: cero; estética: 1 (capaz que mi vieja había comprado las flores más pedorras, ponele); acumulador de mugre: 10. Eso sí, la vieja era una rata de puerto pero juro que tuvo esa mierda arriba de su mesa de luz por no menos de diez años.
Reconozco que desde que yo fui al colegio hasta que fui maestra pasaron muchos años, internet entró en nuestras vidas para cambiarla de maneras impensadas. Muchas, sino todas mis ideas, salieron de esta maravillosa red. Sin embargo, creo que en el siglo pasado también se podrían haber hecho regalos con cierta utilidad. Un poco de imaginación hubiese bastado para crear un adminículo útil y pasar una utilísima tarde. 

sábado, 29 de octubre de 2011

¡Que los cumplas muy feliz!

No es mi mejor amiga; ¿es mi amiga siquiera? Es mi hermana. Nos queremos, nos peleamos, discutimos, la pasamos bien, nos divertimos. Venimos de la misma fuente, pero no podemos ser más distintas.
Compartimos puntos de vistas y, a veces, opinamos completamente diferente. No estoy de acuerdo en cómo ella procede en mil y una situaciones; ella debe opinar lo mismo.
Sin embargo, hay un sólo punto en el que nos encontramos, una sola cosa por la que SIEMPRE va a ser la mejor hermana del universo. Ella me dio el mejor regalo que una persona puede recibir: mi sobrina.

¡Gracias y qué los cumplas muy feliz!

domingo, 23 de octubre de 2011

Madre hay una sola

Todos alguna vez hemos atravesado la grata experiencia de comprar el regalo del Día de la Madre. A mí me tocó nuevamente, como todos los años, como hace unos cuantos años. En esta oportunidad, arrancamos quien les escribe, hermana y sobrina a un conocido shopping para aprovechar los generosos descuentos que los bancos nos proveen. Por eso, sin muchos rodeos y casi sin pensarlo le dije a Vicky – mi hermana - ¡Vamos los jueves! Tenemos 25 % off, y fuimos nomás.
Luego de un día interminable de trabajo y casi finalizando la semana, allá me fui yo en el 105 a la casa de mi hermana. Llegué y Valen – adorada sobrina, aunque las presentaciones sobren – ya había tomado su mamadera al regreso del jardincito y ya estábamos las tres prontas para partir.
Ésta iba a ser toda una aventura por motivos varios: hermana manejaría conmigo de copiloto hasta el mencionado shopping; encontrar un regalo para mamá no es tarea sencilla, no, claro que no; el lugar iba a estar claramente atestado de mujeres frenéticas en busca del mejor regalo para sus madres o para ellas mismas; personas del género femenino con extensiones de tarjetas de sus maridos haciendo estragos y aprovechando el descuento. El panorama era más que desalentador pero la obligación estaba. Sin embargo, sabía que todo este sacrificio, casi apostolado, iba a tener su recompensa más tarde.
Entonces, sin más vueltas, niña de la manito y tarjeta en cartera salimos en busca del regalo. Hermana al volante, sobrina en sillita, Dolores de copiloto. Ni sé por dónde fuimos pero sí sé que estuve muy tranquila durante todo el viaje pese a la desconfianza de mi cuñado cuando su mujer – mi hermana – maneja. La niñita comenzó a serruchar a las pocas cuadras con lo cual deduzco que también estaba confiada. O es lo suficientemente inocente como para reconocer quién es un peligro y quién no lo es al volante.
Finalmente, luego de sortear colectivos, taxis, transeúntes y demás yerbas llegamos victoriosas. ¡Ahora sí empezaba lo difícil! Debo reconocer que el lugar podría haber estado mucho más repleto. Primer objetivo: regalo de Mamucha. Dimos una pequeña vuelta y nos encontramos – como enviada por el Mesías – una bermuda. Tacle directo a la vendedora y la pregunta: “¿tenés en otro color que no sea blanco?” Por suerte había y acompañamos con remera muy bonita. Después vino la charla de logística: “pago yo que tengo el descuento”, “¿en cuántas cuotas?” Y así terminamos en unos veinte minutos la transacción, que demoró más de lo previsto por problemas del sistema; siempre problemas del sistema.
Ahora la segunda parte: comprar el regalo de mi hermana; ella para ella. Quería una cartera y fuimos por la cartera. La dejé tranquilamente eligiendo mientras yo jugaba/ cuidaba a Valen. Debo admitir que esa criatura – loca y todo como es – se portó de maravillas. Eligió su cartera, la convencí de que yo pagaba con el descuento porque la muy desquiciada la hubiese abonado en su totalidad cuando podía pagar casi $ 200 menos. Transacción número dos completa; hora de un merecido refrigerio.
Sí, me pudre comprar este tipo de regalos; más con descuentos pero si no es de esta manera, juro que no los compro. Sin embargo, todo tiene su recompensa. La mía: haber pasado la tarde con mi hermana y pasear, jugar y divertirme con Valen – la luz de mis ojos.
Podría seguir escribiendo; podría colgar miles de videos y fotos. Hoy elijo dejar este. ¡Gracias, pequeña de ojos vivaces! Ser tu tía es un placer. 




martes, 18 de octubre de 2011

Al César, lo que es del César…

Como es de público conocimiento, existen dos formas de comunicación: la oral y la escrita. De la misma manera, existen diferentes tipos de personas y, con ellas, gente que se siente más a gusto expresando sus opiniones, creencias y sentimientos por medio de la vía oral, y otras tantas por medio de la escrita. En mi caso en particular, lo mío es la escritura. ¡Sin dudas!
No por nada decidí empezar a escribir un blog y no a transmitir un programa de radio. Esta debilidad no sólo se la puede apreciar en mis ratos de ocio. No, no; también estaba muy marcada en mis años de facultad, allá no tan lejos ni hace tanto tiempo. Desde mis comienzos en el mundo universitario que esta fobia hacia la expresión oral fue muy contundente y me generó más de un dolor de cabeza.
Dado que comencé estudiando Traductorado de inglés y terminé por recibirme de Profesora de inglés, el 70 sino el 80% de los exámenes eran primero escritos, después orales. La primera instancia la pasaba bien, sin mayores contratiempos; incluso con buenas notas. La debacle venía en el examen oral. En ese punto, todo mi conocimiento se esfumaba de mis neuronas como por arte de magia: perdía la motricidad en la lengua, no podía hilar dos palabras juntas mucho menos formar una oración sintácticamente decente, y cometía errores impensados. Para colaborar con el oscuro panorama, siempre llegaba a tener que rendir estos exámenes cuando la materia se estaba por vencer o cuando ya tenía dos orales previos desaprobados. Y todos sabemos que en el mundo universitario sólo se pueden reprobar hasta tres veces. Luego, recursada sin escalas.
Contrariamente, mis trabajos y exámenes escritos eran una joya. Varias profesoras, muchas de ellas muy reconocidas dentro del ambiente, han llegado a felicitarme por mis redacciones – tanto en castellano como en inglés – y por mis inmejorables parciales y finales…escritos, siempre escritos.
Cabe recalcar que alguna que otra vez – en situaciones extremas como las descriptas anteriormente – también recibí las felicitaciones de mis profesoras ante un maravilloso examen oral, pero eso tenía otro precio y otro esfuerzo.
La fobia se continuó en el ámbito docente cuando me obligaban a tomar orales a pequeños inocentes de primer grado, que apenas podían balbucear en una lengua extranjera, y en el ámbito empresarial. Después de unos años en la docencia, decidí que mi paciencia había llegado al máximo tolerable de…los padres. Sí, a los niños les tengo toneladas de paciencia pero ya a los padres no. Entonces decidí incursionar en el mundo empresarial, mega empresas, mucha globalización, el mail, el chat y…el teléfono. ¿Por qué? ¿Por qué? es la pregunta. ¿Para qué? Si para eso tenemos todas esas otras herramientas que tan solo requieren de un teclado y la habilidad de poder tipear el mensaje deseado.
Estoy empezando a creer que es para molestar a la pobre víctima que sufre cuando le piden que haga un llamado, que valide tal o cual cosa por teléfono, que capture la llamada entrante en el maldito y sonoro artefacto del compañero cuando éste está fuera de su puesto de trabajo. Esa clase de persona, o victimario, es Marina Sánchez, mi jefa. La adoro, lo garantizo pero la odio todas y cada una de las veces que me obliga a enfrentarme con el susodicho. Repito: ¿para qué? Si yo por mail me siento más segura; como pez en el agua. Tengo una buena redacción, no cometo errores ni de tipeo ni de ortografía y hasta soy sumamente amable porque siempre termino mis mails con un simpático “qué tengas un buen día” o “qué tengas una buena tarde”. Cosa que por teléfono no puedo garantizarlo.
Me he dado cuenta de que el teléfono me estresa, me pone de mal humor, me lleva a mi zona de “no comodidad”. No me gusta, no lo tolero, no me cae bien. Por eso creo que como dijera nuestro Señor Jesucristo “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. En términos corrientes y paganos: déjenme proceder cómo yo me sienta más cómoda. Lo que interesa es que haga, valide o informe. No importa el cómo; simplemente importa el qué. 

lunes, 17 de octubre de 2011

Keeping my hair on

When I think about reflecting essays what first comes to my mind is a bundle of thought-provoking topics that may be dealt in such pieces of writings. “TV influence on children’s learning”, “Violence among teenagers”, “Drugs and Alcohol: modern addictions”, “Body and Mind health” just to mention a few. Nonetheless, I have decided to lead this exposition to a much lighter field. I will not debate on any of those relevant subject matters because I have set my mind to state many – if not all – the non-desired  aspects rain has in my daily life.
Although Buenos Aires, the city where I live, is gorgeous with all its modern and old buildings, its incredible cultural and night life, its friendly people and its varied as well as attractive walks, it is damned damp. Whenever we are unlucky to enjoy the presence of humidity among us, the streets get slippery and dangerous when thousands of people either stumble along with their obnoxious umbrellas, or prowl around the city without knowing where to go because they are so affected by the weather that they cannot think properly, not to mention that it is surrounded by a foggy, sticky atmosphere that makes the entire scene even worst. Moreover, in the last few months it has rained – or even poured – at least once a week. In other words, here lays the genuine root of my bad temper since it is my firm belief that I am not a rain loving kind of person whatsoever. The fact of the matter is I loathe humid rainy days and everything they bring about. There are many consequences I have to tolerate which I could mention to account for such a negative feeling but there is one in particular which gets in my hair. The worst side of this sort of weather condition is the way in which my hair systematically behaves: out of the blue and with apparent reason my entire head looks more like a bundle of wires or a bowl of spaghettis than what it actually is. And together with my hairstyle so does change my mood. Not only do I have to add the raincoat, the umbrella and a soaked-to-the-bones appearance to my daily luggage but I also have to put up with my wild, lion-style mane. It gradually gets curled and spongy, loosing up to half of its usual length. But this is not the end of my stylistic conflict. My fringe as well involves itself in this diabolic and mean cause to drive me completely crazy. It follows its own rules and it does not recognize neither the hairbrush’s and brush’s authorities nor my own will. All of a sudden my entire mane becomes a greasy and brightless unity. This amorphous bunch of hay, as I like to call it, is no more than the reflection of my inner mood. No matter how hard I try, no matter which gadget or appliance I may use, nothing will make this reality change. The only viable solution so far is to wear a couple of buckles round my head with a nice pony tail or a plait to keep my wires tight and under control.
Likewise, my hair rebirths when the weather is dry and sunny again. It falls right into place without major efforts. The above mentioned lion-style mane becomes respectful, mirroring my inner energy. As if I would have never gone through a climatic chaos of that sort, my hair – no longer a bowl of spaghettis – is full of light once more. It flows gracefully and smoothly along the wind either in a hairdresser’s like fashion or in natural locks.
On balance and in spite of my view point as regards the weather, my city is not a detestable one. For many people, especially to those who happen to live in cold places, Buenos Aires has a mild sunny climate most of the times. It is true that in the past few years we have put up with more rain than we have been used to. However, this is not the city’s fault but it may be the global warming’s. To be honest, I am a solar person; just like a calculator. As if I were some kind of machine, I work thanks to solar energy: the sunnier, the better. What is more, rain in adequate amounts is only useful in the countryside for the crops. So, what is the use of having it round us in the city? Its only purpose is to disrupt the daily routine of us citizens and the behaviour of my quasi tamed hairstyle as well. On the whole, what bothers me most is not the rain in itself but the nasty consequences on my rebel mane. 

Resolución del año

Esto debería haberlo decidido en enero. Mejor tarde...



Querido lector:


He decidido escribir en este blog - idealmente -  una vez por semana.


Lapicera y anotador viajaran incansablemente conmigo a los efectos de poder recabar la información que será debidamente plasmada.


Sin más, saluda atte.

sábado, 8 de octubre de 2011

To teach is to touch a life forever

Describing a person for whom I have nothing but admiration is not an easy task. It may result in a boring piece of writing or even in a listing of factual information. Moreover, there are so many people whom I deeply respect that it can be quite an issue. However, when it comes to talk about a teacher who gathers those characteristics, everything turns out to be very simple. The first name that comes to my mind is that of my dearest professor María Teresa Viñas Urquiza. Even though I started coursing my studies in 2000 in the institution I used to go to, I met her back in 2003 and 2005 when I attended Grammar II and Linguistics respectively in the Teaching Training College. María Teresa was one of the two teachers in charge of those subjects and that was the reason why I decided to enroll myself in those professorships. I had excellent references of her classes and of herself but I had never thought they would be that much. Exaggerated as it may sound, it is nothing but the truth. Since this day, I have never regretted having taken such decision. Although her lessons were perfectly challenging and many of the times extremely tiring, they used to be rewarding at a superlative degree. I will never forget the way I felt whenever I went back home after meeting her. My head would spin like a washing machine. Yet, the feeling of a mission successfully accomplished meant much more to me. I remember how much I enjoyed everything and anything: every lesson, the homework she would give us, all the corrections that came about.
It is my firm belief that María Teresa, or simply Viñas Urquiza, as many called her around the hallways of Lengüitas, is the synthesis of the teaching perfection and excellence. She has become my ideal teaching model to follow for she is constantly concerned about her students. Always willing to help us improve, María Teresa believes in our capacities and abilities. So much so that she would back up any risky decision somebody might take if that implies that, in the end, one might have achieved some kind of academic or personal goal.
Nonetheless, not everything what glitters is gold. Honestly and truly, I must admit that this fabulous person and experienced teacher has the most dreadful and incomprehensible pronunciation ever. It is sort a mixture between RP, Cockney and her inborn accent, caught up in Córdoba - the province where she was born. At times, it was very difficult to understand her. The whole group including me used to ask her to repeat what she was saying in the most polite manner we could think of.
No matter how strange she speaks, how awful her pronunciation was, María Teresa is sensitive, caring and friendly. She lightens up a classroom by simply entering it. I have never seen a person who enjoys teaching as much as she does. Any person can immediately notice that happiness and pleasure just by looking at her sweet and huge smile, by paying attention to her attitudes and behaviour. Every lesson is more like a workshop, since you learn not only grammar but also how to profit from what you are doing. It is by no means absolutely worthwhile.
I will be eternally thankful to her for all I learnt: to seize every opportunity in life, to take advantage of my career, to enjoy my studies. I feel proud of having been her student and I also feel that same way when I mention her to my new professor at UADE and many happen to know her. María Teresa is like a celebrity within the Teaching Training environment. She was once deputized to talk to her former students who were receiving their degree. In a sweet and short passage she said “you have chosen a very rewarding profession. When you teach all your personal problems and sorrows are forgotten; when you teach you set in motion what is best in you: values, ideals, passion, love… Teaching turns work into pleasure. Enjoy it”.  She could not be more accurate. She managed to describe in a very short passage what teaching means to her and what it means to me.