…y al compás de
la incomparable melodía de “Pompa y Circunstancia” de Edward Elgar, así fue cómo
me sentí al salir la última vez que estuve en el consultorio de mi psicóloga; en
mi última sesión de terapia. La analogía ilustra la sensación similar que se
experimenta cuando nos entregan el diploma en la universidad.
Hace más de doce
meses y menos de veintisiete que venimos
debatiendo si irme o no de alta. Ana, insistía que sí; yo me negaba.
Finalmente, el 20 de julio decidí que ya estaba lista para irme. De todas
maneras, prefiero pensar que culminé una etapa de aprendizaje como en la
universidad y no que me dio el alta porque no seamos necios: la locura
persistirá.
¿Por qué lo
comparo con una colación de grado? Porque es difícil, porque a veces cuesta,
porque – igual que cuando vamos a la universidad – no queremos pero es la única
manera de conseguir el título sin el que no somos nada. Pero, principalmente,
porque la felicidad que experimenté ese día fue casi igual a mi último final:
difícil pero el diez valió el esfuerzo. Y en esa última sesión, Ana me puso un
diez.
Sonrisas,
abrazos y lágrimas (para mi sorpresa de ella también) de por medio, me fui
sabiendo que:
1. es saludable
y vital pedir ayuda.
2. todo se puede
superar con tiempo y paciencia.
3. hacer terapia
puede ser doloroso pero yo también me divertí a lo grande.
Gracias, Ana,
por ser ese sostén de todos esos meses. Uno de estos viernes, paso y te hago
reír con alguna de mis ocurrencias. ¡Seguro que los viernes ahora son un faso!
PD: Por si les da ganas de escucharla, acá les dejo el link a esta pieza inigualable:
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