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domingo, 5 de agosto de 2012

Postdata

Y al día siguiente me encontré con esta frase:



Ahora entiendo: no dejé de hacer terapia; cambió el abordaje simplemente.

Con toga y birrete…


…y al compás de la incomparable melodía de “Pompa y Circunstancia” de Edward Elgar, así fue cómo me sentí al salir la última vez que estuve en el consultorio de mi psicóloga; en mi última sesión de terapia. La analogía ilustra la sensación similar que se experimenta cuando nos entregan el diploma en la universidad.
Hace más de doce meses y  menos de veintisiete que venimos debatiendo si irme o no de alta. Ana, insistía que sí; yo me negaba. Finalmente, el 20 de julio decidí que ya estaba lista para irme. De todas maneras, prefiero pensar que culminé una etapa de aprendizaje como en la universidad y no que me dio el alta porque no seamos necios: la locura persistirá.
¿Por qué lo comparo con una colación de grado? Porque es difícil, porque a veces cuesta, porque – igual que cuando vamos a la universidad – no queremos pero es la única manera de conseguir el título sin el que no somos nada. Pero, principalmente, porque la felicidad que experimenté ese día fue casi igual a mi último final: difícil pero el diez valió el esfuerzo. Y en esa última sesión, Ana me puso un diez.
Sonrisas, abrazos y lágrimas (para mi sorpresa de ella también) de por medio, me fui sabiendo que:
1. es saludable y vital pedir ayuda.
2. todo se puede superar con tiempo y paciencia.
3. hacer terapia puede ser doloroso pero yo también me divertí a lo grande.
Gracias, Ana, por ser ese sostén de todos esos meses. Uno de estos viernes, paso y te hago reír con alguna de mis ocurrencias. ¡Seguro que los viernes ahora son un faso!

PD: Por si les da ganas de escucharla, acá les dejo el link a esta pieza inigualable: