A veces
realmente me pongo a pensar si la alineación de los astros influye en nuestras
vidas. Hago un pausa en mi escrito y ya mismo presiono “Guardar como”… Como se
viene planteando el día, la atrevida de la notebook se reinicia sin que nadie
le dé ese comando y yo pierdo lo poco que tengo escrito. Pienso y re pienso si
será verdad. Si no son los astros, ¿entonces qué?
Hoy es lunes ni
13, la yeta; ni 17, la desgracia. Sin embargo este lunes vino torcido. Debe ser
el frío, o la humedad. No, seguro que Cristina. Sin más preámbulos, les
describo mi primer día laboral de la semana.
Frío cojudo y yo
tuve que ir a las 8.30 al trabajo a hacer algo que detesto hacer, pero fui con
la mejor de las buenas voluntades. Le di vuelta la cara al despertador y a la
almohada, me vestí y salí – increíblemente – quince minutos antes de lo
pautado. Subte, asiento, guía de New York y resaltador en mano, y…línea D con
demora. “¡Tranquila, Dolores! Estás sentada, tenés tiempo, tenés lectura”. Y
llegué unos veinte minutos tarde a pesar de haber salido quince minutos antes.
Hago la tarea
que odio con lo más profundo de mi ser y me preparo unos mates. ¿No les conté?
Hoy empecé la dieta…para ponerle onda al lunes ¿qué mejor? En algún momento, me
llamó mi prima al celular y nunca atendí porque no tenía el teléfono encima. Al
rato llama mi hermana con la inmejorable noticia de que mi perra – que está al
cuidado de nuestra octogenaria abuela – se había escapado. Para hacerla corta:
un amigo del paseador le hizo una broma y “secuestró” a su perra y a Sasha, mi
perrita, ya mayor y absolutamente ajena e inocente en toda esta situación, pero
lo más acertado fue que llamó a mi abuela para decirle que la perra se había
escapado. Chichita – con sus casi 87 años y en pleno ataque de nervios y
angustia – telefoneó a mi prima quien salió al rescate del can. Después nos
enteramos de que la perra no se había escapado y también nos enteramos de que
el amigo del paseador no tiene ni una pizca de criterio.
Con calma y
cintura, calmé a mi abuela, le rogué a mi prima que no degollara al bromista
infradotado y al paseador le dije muchas
gracias por los servicios prestados. El día continuó casi amenamente: hice
todo lo que se me asignó, llegué a un acuerdo con mi coordinadora de cómo
plantear mi crecimiento profesional, tomé mucha agua y mucho mate, fui mil
veces a pillar y no comí ni golosinas, ni porquerías, ni harinas. Recuerden:
hoy empecé la dieta.
Las tareas se
siguieron sumando, me fui una hora más tarde – y así y todo me quedaron cosas
para mañana – y decidí ir al gimnasio a las ocho de la noche; tenía mucho frío
como para ir a caminar por Palermo. Y fui…a pesar de todo pronóstico, a pesar
de que mi casa estaba calentita, a pesar de la fiacota que me agarró.
