Este es mi primer post. Y, como no podía ser de otra manera, voy a contar algo de mi sobrina. Para todos los fanáticos, babosos y admiradores de Valentina, acá les acerco algo para leer.
Como muchos sabrán, hace unos meses participé de una actividad con Valen en su jardincito. La idea era trabajar las diferencias entre los bebés y los niños, qué cosas usaban que ya no, qué cosas les gustaban, con qué jugaban, y demás.
Tal cual lo planeado, salí del trabajo antes, mucho antes, para ir a buscarla a su casa. Llegué en horario. Cuando bajó Valeria (la chica que la cuida) a abrirme la puerta de calle, Valen - pese a que había estado llorando porque quería algo que Valeria no le dió - se puso notablemente contenta de verme. Subimos y se terminó de preparar antes de salir. La niña estaba contenta, saltaba, le decía a Vale "ahí tá Dolo". Todo a pedir de bocas. Y así, con esa alegría, partimos hacía el jardín.
Caminamos hasta la esquina, llegamos y Valeria me dijo que Valen entra solita pero que no sube sola las escaleras que son - teniendo en cuenta las dimensiones de la pequeña - como las de Piazza Di Spagna. Subimos juntas, alcancé a darle un mísero beso en la cabecita porque ni bola ya. La muy obsecuente entró despacito y esperó que otro nene pasara para saludar a Vanesa, su seño, que estaba en la puerta de entrada. Hecho esto, arrancó rauda hacia la salita amarilla.
Yo me quedé un ratito en la esquina hasta que minutos antes de las 13.15 nos hicieron entrar al hall. Unos minutos después, vino la seño Laura a buscarnos para pasar a la salita.
En malón, arrancamos padres, madres, abuelas y tía (o sea: Eu). Había un grupo delante mío, y otro detrás. Yo iba tranquila en el medio. Cuando ingresó el primer grupo, ahí comenzó la psicosis infantil, tal cual sucede en el subte: gente que está parada de un lado del andén, cuando ven que otros se van para el otro lado, hacen lo mismo y así miles más.
En el caso de estos niños fue igual. Estaban todos tranquilamente sentados contra la pared en dirección opuesta a la puerta. Cuando fueron viendo a sus familiares, se empezaron a levantar. Valen estaba muy prolijita y tranquila sentada y cogoteando a diestra y siniestra para ver quién había ido a compartir esa actividad con ella. Cuando vió que en ese grupo de 5 personas, no más seguro, no había ninguna cara conocida, ahí en ese preciso momento veo una boca grande como un buzón de Oca, con dientes blancos y grandes como el del conejo de Nesquick, abierta de par en par y emitiendo un ruidoso "buuuuaaaaa".
Enseguida fui a buscarla y la tranquilicé diciéndole que ahí estaba. Rápidamente se calmó, y casi casi que no me dejaba mover. Dejé mis cosas, mientras ella no me soltaba la mano; no fuera a ser cosa que la dejara sola.
Nos sentamos en una ronda, Valen a "apita" mío. Si le acomodaba las piernitas o algo chillaba porque pensaba que la bajaba y me iba. La niña estaba con mocos y con mucha sutileza se limpió los mismos con la mano. Ahora fue mi turno de cogotear en busca de la mochi que tenía los pañuelos que le había dado en la puerta del jardín antes de entrar. Pese a que le había explicado que la bajaba y me paraba para ir JUNTAS a buscar los pañuelitos, se largó a chillar mientras no sé qué amiguito contaba qué había llevado. Yo que quería pasar lo más desapercibida, ella me arma semejante escándalo. Buscamos los pañuelos y volvimos de la mano - siempre de la mano - a sentarnos en la ronda.
Llegó nuestro turno. Sacamos las cosas que Vicky había elegido: la jirafildis, la batita que le pusieron en la clínica, el body que le compró Ale cuando se enteró que era una nena. Les contamos la historia de la jirafa, Valen les contó que era "nananja", les contamos que el body le quedaba enooorme y que lo usó como hasta los 6 meses. Todo, todo hermoso. Los nenes cantaron una canción del sapo, la canción de saludo a Jesús. ¡Precioso! Hasta que una de las seños dijo "gracias, papis, abuelas y tía por haber venido" y la sanata ya conocida de cagarte la tarde teniendo que salir del laburo 10 horas antes ¿para qué? Sí, para estar 15 minutos nada más.
Ahí nomacito se armó la hecatombe. ¿Cómo bajarla sin que llore?, ¿cómo hacerle entender que se tenía que quedar? Mientras forcejébamos - ella para no liberarse y yo para poder irme y no complicarle más la tarde a las seños - la agarré y le dije "Escuchame, Valen: vos ahora te quedás y en un rato te vengo a buscar y vamos a Mc Donald's". A lo que escuchaba con atención, lo pensaba dos segundos y enseguida estallaba el tan anunciado "buuuuaaa".
Las lágrimas eran del tamaño de una arveja, se le veía la campanita, las muelas, toooodo de lo que lloraba. La agarró a upa Vane y me fuí sin darme vuelta. La muy degenerada miraba por la ventana y yo me sentí la porquería más grande del universo.
Quiero recalcar que la experiencia fue única: ver a Valen tan chiquita, pero taaan grande, cómo se desenvuelve en su jardincito, pero ese mar de lágrimas fue demasiado. Vicky me lo vaticinó y yo creí que estaba preparada; mas no.
Esos son los gajes del oficio; del oficio de ser tía. Una experiencia inigualable. ¡Gracias, Valen, por dejarme compartir ese momento con vos!